viernes, 26 de mayo de 2023

CAPITÁN MANUEL RÍOS - RESUMEN BIOGRÁFICO

 Carlos A. López Garcés

Cronista Municipal

 

            Varios personajes orituqueños que han trascendido a la historia nacional son escasamente conocidos en su tierra de origen. Uno de ellos es el capitán de aviación Manuel Ríos, quien nació en Altagracia de Orituco el 6 de enero de 1897, según su biógrafo Francisco Alcides Jaime(1), quien no dice donde obtuvo esa noticia, porque el acta de nacimiento no está asentada en el libro correspondiente del Registro Civil del Municipio José Tadeo Monagas del estado Guárico ni en el de 1899; los de 1896 y 1898 están extraviados(2). Tampoco existe su partida de bautismo en los libros respectivos de la parroquia eclesiástica Nuestra Señora de Altagracia de los años 1896 a 1903(3).  

 

            Los nombres y otros datos de sus padres son desconocidos; apenas se sabe que era hijo de un maestro albañil que estuvo contratado en Altagracia realizando trabajos en la hacienda La Quinta. Sus progenitores quizás estaban residenciados en una casa ubicada en la calle Rondón cruce con la Santiago Gil (epónimos actuales), porque allí fue donde nació el biografiado, de acuerdo con una nota mecanográfica anexa a una fotografía de dicha vivienda perteneciente a la Fundación Dr. Pedro María Arévalo. Quedó huérfano a poca edad, por lo que un sacerdote compasivo se encargó de él, se lo llevó a Caracas y lo habría conducido por el camino de la educación formal y sistemática. Ingresó a la Academia Militar; recién egresado como oficial fue incorporado al grupo de jóvenes militares y civiles que integrarían el primer cuerpo de aviadores venezolanos, formado en la Escuela de Aviación que había sido creada en abril de 1920 por decisión del general Juan Vicente Gómez, Presidente de la República, con la dirección de oficiales de  aviación del ejército francés.

 

            Al parecer, fue el alumno más destacado; esto habría influido para seleccionarlo como el primer aprendiz que optara a recibir el Diploma de Piloto Aviador del Ejército cuyo requisito era volar solitario en la ruta preestablecida. El subteniente Manuel Ríos cumplió aquella formalidad como líder de una escuadrilla de tres aviones, cubriendo exitosamente la ruta Maracay-Villa de Cura-Maracay a tres mil pies de altura en un Caudron (avión francés, monomotor, biplano, biplaza, de tela y madera, velocidad 100 Km/h) el día 14 de abril de 1921, cuando pasó a la historia de la aviación militar de Venezuela al convertirse en el primer piloto venezolano en volar solo, por lo que recibió el diploma antedicho del Presidente de la República. Cuarenta y dos días más tarde, el 27 de mayo, volaron sin compañía el teniente Julio Fortoul, primero, y el subteniente Miguel Rodríguez, después, haciéndose merecedores del título aspirado.

 

            En concordancia con su biógrafo antes mencionado y otras fuentes, es factible resaltar varios hechos interesantes de la vida militar del capitán Ríos:

            1.- Fue el primer piloto venezolano en sobrevolar el Campo de Carabobo el 24 de Junio de 1921, cuando se rememoraba el centenario de la gloriosa e histórica batalla independentista de igual nombre, lo que incluyó la inauguración del monumento y del arco respectivo como homenaje permanente a ese acontecimiento patriótico(4).   

            2.- Participó en la exhibición aérea efectuada el 19 de diciembre de 1923 debido al aniversario de la Causa Rehabilitadora del general Juan Vicente Gómez, a la que era “leal servidor”; como consecuencia de esta participación fue recomendado para ser ascendido al grado de teniente en julio de 1924.

            3.- Por ser un aviador de sobresalientes facultades culturales y de reconocida reputación, formó parte de la misión militar venezolana que viajó a Lima con motivo de celebrarse en Perú el Centenario de la Batalla de Ayacucho, ocurrida el 9 de diciembre de 1824 cuando el general Antonio José de Sucre logró el triunfo que lo hizo digno de la distinción Gran Mariscal de Ayacucho. El capitán Ríos intervino entonces piloteando un avión peruano en esa Parada Militar y Aérea de Lima, que habría sido realizada a propósito de aquel centenario; esta acción le permitió ser el primer venezolano en volar en otra patria, además de ser condecorado con la Orden Sol del Perú en el Grado de Oficial y de ser incorporado con su carácter de teniente al ejército de ese país. Igualmente, el resto de la misión venezolana que asistió a aquellos actos conmemorativos fue distinguido con la misma condecoración, por orden del Presidente peruano don Augusto B. Leguía. No está de más agregar que entre otros de esos condecorados estaban: El doctor Pedro M. Arcaya, Presidente de la Misión, con el Grado de Gran Cruz; el general Eleazar López Contreras con el Grado de Gran Oficial; los tenientes Carlos Meyer y Arturo Bruzual, con el Grado de Oficial.

            4.- Realizó diferentes vuelos de navegación aérea en 1927, que lo enseñaron a conquistar progresivamente espacios del cielo nacional en aeronaves que solo disponían de medios de orientación, pues carecían de recursos para la navegación instrumental, lo que fue considerado como una verdadera proeza, por lo cual se convirtió en el primer aviador venezolano en recibir la Orden del Libertador. Aquellos vuelos incluyeron la ruta Maracay-Villa de Cura-Cagua-Turmero-Maracay, con una duración de sesenta minutos y, posteriormente, la de Maracay-Valencia-San Carlos-Maracay en cinco horas y treinta minutos.

            5.- Integró la tripulación de la escuadrilla de aviones que efectuó el primer viaje de navegación aérea hacia varios pueblos interioranos en abril de 1928, con visita y pernocta en algunos de estos. El itinerario comprendió: Calabozo, San Fernando de Apure, Barinas, Barquisimeto, San Carlos, Caracas, La Guaira y Puerto Cabello. La destreza demostrada en tales vuelos indujo al Jefe de Instructores a recomendar, por medio del Ministerio de Guerra y Marina, el ascenso correspondiente a todos los pilotos y mecánicos de esa misión; esto fue determinante para tales reconocimientos por parte del Presidente de la República, lo cual permitió que el teniente Manuel Ríos fuese ascendido a capitán en junio de aquel mismo año.

            6.- Participó en la primera misión de combate de la aviación militar de Venezuela en agosto de 1929, cuando fue incorporado como gregario de una escuadrilla de aviones Breguet 19 equipados con ametralladoras y bombas, comandada por el capitán instructor Gastón Lafannechere y cuyo objetivo era hostilizar a rebeldes antigomecistas, dirigidos por el general Román Delgado Chalbaud, quienes, procedentes de Francia, habían desembarcado del vapor Falke en Cumaná el 12 de aquel mismo mes y año(5).   

            7.- Formó parte en 1930 de una escuadrilla de aviones Breguet 19 que, en una navegación de nueve horas y treinta minutos, sobrevoló felizmente a Valencia-San Carlos-Acarigua-Guanare-Barinas-Mérida-Tovar-La Grita-El Cobre-Cordero-San Cristóbal-San Antonio del Táchira-Maracaibo-Coro-El Palito-Valencia, con lo cual ratificaban la progresiva dominación del espacio celestial venezolano.

            Falleció el 24 de abril de 1931 como consecuencia de un accidente aeronáutico sucedido en el lago de los Tacarigua o de Valencia, donde cayó la aeronave, un Farman 190 [sic] tripulada por tres personas, de las cuales fallecieron el piloto, capitán Manuel Ríos, de 34 años de edad, luego de horas de agonía, y el mecánico y radiotelegrafista aéreo Arturo Betancourt; el otro era el copiloto, subteniente José A. Monsalve, quien resultó herido. El accidente ocurrió por causa del mal tiempo, que los obligó a devolverse a Maracay cuando pretendían cubrir la ruta Maracay-San Carlos-Calabozo-Maracay, formando parte de una escuadrilla de tres aviones: El precitado Farman 190 [sic] y dos Breguet 19, piloteados por el teniente Alfredo García, acompañante por el lado izquierdo, y el capitán Luis Medina Jaime por el  derecho. Fueron rescatados 32 horas después del accidente.

            Estaba casado desde 1927 con la señora Dora Leonardi, con quien formó una familia  de tres hijos. Residía en Maracay. Era considerado como un caballero intachable, padre ejemplar y militar extraordinario. Por su conducta y rol aeronáutico está reconocido como un valor humano ejemplarizante para la Fuerza Aérea Venezolana y para la ciudadanía nacional, tanto que el capitán Manuel Ríos ha sido seleccionado como epónimo en seis ocasiones diferentes, por lo menos: Primera, de Padrino de una Promoción de la Escuela de Aviación en 1943; segunda, de la Base Aérea de Carrizales, que ahora tiene categoría de Base Aeroespacial (BAEMARI), cerca de El Sombrero (municipio Julián Mellado, estado Guárico), creada por el Ministerio de la Defensa en 1976; tercera, de un aeroclub orituquense con el respaldo de la Federación de Aeroclubes de Venezuela, inaugurado el 9 de abril de 1988(6); cuarta, de una placita en el sector La Playera de Altagracia de Orituco, construida por la Alcaldía del Municipio José Tadeo Monagas en el penúltimo quinquenio del siglo XX, por iniciativa de la Comandancia General de la Fuerza Aérea, a propósito de los 73 años de aquel histórico vuelo solitario aquí comentado; quinta, del Circuito Educativo Nº 8 de la Red Educativa del municipio José Tadeo Monagas guariqueño, constituido por distintas instituciones educacionales de la parroquia San Francisco de Macaira(7); sexta, del Centro de Educación Inicial ubicado en la Base Aeroespacial antes citada, inaugurado el 18 de julio de 2012(8). Debe decirse asimismo que gracias a la persistencia de un altagraciano, el suboficial de la aviación Carlos Padilla Parra, está pendiente la instalación e inauguración de un monumento aeronáutico en honor al capitán Ríos, quien se convirtió (valga la repetición) en el primer piloto venezolano en surcar solo el espacio celestial de nuestra patria; esta obra podrá ser observada en la salida sur de Altagracia de Orituco, en el inicio de la vía hacia Lezama y San Rafael, donde construyen una especie de plazoleta con esa finalidad.

 

                  Es oportuno afirmar que no hay informaciones conocidas, además del lugar y fecha de nacimiento, que sirvan para ampliar la relación del capitán Ríos con su pueblo natal.

 

Altagracia de Orituco, lunes 15 de mayo de 2023.

 

 

REFERENCIAS:

 

(1) JAIME: 1996.

Observación. Este autor nació en Tucupita, estado Delta Amacuro, el 21 de julio de 1939. Suboficial egresado de la Escuela Técnica de la Fuerza Aérea de Venezuela, Maracay, en julio de 1960. Licenciado en Letras graduado en la Universidad Católica Andrés Bello, Caracas, 1974. Profesor de educación media y universitaria. Miembro de la Asociación de Escritores del Estado Aragua. Autor de varios libros sobre temas históricos (IBÍDEM: pp. 49, 50).  

 

(2) A.R.C.M.G.: Libros de nacimientos de Altagracia de Orituco, años 1897, 1899.  

 

(3) A.P.N.S.A: Libros de bautismos de Altagracia de Orituco, años 1896 y 1896 a 1903.

 

(4) elclarindelejercito.blogspot.com/2015/10/

 

(5) https://angelmagallanes.wordpress.com/2010/01/06/. Diccionario de Historia de Venezuela: 1997, t. 2, p. 50.

 

(6) El Guariqueño. Altagracia de Orituco, segunda quincena de abril de 1988, p. 12. 

 

(7) CARRASQUEL. Entrevista, 30 de abril de 2023.

 

(8) https://aviacion.mil.ve/?page_id=2699

 

 

 

 

FUENTES

 

1.- Documentales

ARCHIVO DE LA PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE ALTAGRACIA (A.P.N.S.A). Altagracia de Orituco, estado Guárico.

            Libros de bautismos de Altagracia de Orituco. Años 1896 y 1896 a 1903.

 

ARCHIVO DEL REGISTRO CIVIL DEL MUNICIPIO JOSÉ TADEO MONAGAS (A.R.C.M.G.). Altagracia de Orituco, estado Guárico.

            Libros de nacimientos de la parroquia Altagracia de Orituco. Años 1897, 1899. 

 

2.- Bibliográficas

Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas. Fundación Polar. Segunda edición, t. 2. 1997.

 

JAIME, Francisco Alcides. El Ícaro Gracitano. A cien años de su luz. Ediciones históricas F.A.V. Volumen II. 1996.

 

3.- Hemerográfica

“Inaugurado Aeroclub Capitán Manuel Ríos”. El Guariqueño. Año I – Nº 6. Altagracia de Orituco, segunda quincena de abril de 1988, p. 12.

 

4.- Oral

CARRASQUEL C., Cándida. Entrevista, Altagracia de Orituco, 30 de abril de 2023.

 

5.- Electrónicas

amazon.com/-/es/compañía-aeronautica-francesa-1882-1915-1884-1959/dp/B07DPLZFGT

 

https://angelmagallanes.wordpress.com/2010/01/06/nacimiento-de-manuel-rios-primer-piloto-de-la-aviacion...

 

https://aviacion.mil.ve/?page_id=2699

 

elclarindelejercito.blogspot.com/2015/10/caudron-g-3-el-primer-avion-comprado.html

 

https://personajesdelorituco.blogspot.com/2006/04/manuel-simn-ros.html

 

 

 

 

APÉNDICES


Capitán Manuel Ríos. Copia parcial tomada del cuadro pintado por Moranti en 1988, expuesto en la sede del Concejo del Municipio J.T. Monagas del estado Guárico.  Foto: C.L.G. Altagracia de Orituco, lunes 10 de abril de 2023.

Vivienda donde habría nacido el capitán Manuel Ríos según una nota anónima y sin fecha, anexa a esta fotografía, que dice textualmente: “Casa Nº 9 de la calle ‘Rondón’, donde nació el Capitán de Aviación MANUEL RÍOS, pionero de la Aviación Venezolana”. La imagen data de la primera década del siglo XXI, cuando aún estaba habitable y su frente principal ya había sido modificado. Foto: Autor desconocido. Pertenece a la Fundación Dr. Pedro María Arévalo.

 Ruinas de la casa donde probablemente sucedió el nacimiento del capitán Manuel Ríos, ubicada en el terreno noroeste que hace esquina en el cruce de la calle Rondón con la Santiago Gil. Foto: C.L.G. Altagracia de Orituco, miércoles 26 de abril de 2023.

 Parque Cap. Manuel Ríos. Ubicado en La Playera, entre las calles Pellón y Palacio por el norte e Ilustres Próceres por el sur. Foto: C.L.G. Altagracia de Orituco, miércoles 3 de mayo de 2023.

Avión componente del monumento en honor al capitán gracitano Manuel Ríos, primer piloto   venezolano en surcar solo el cielo de su país. Foto: C.L.G. Altagracia de Orituco, lunes 8 de mayo de 2023.

Modelo de avión Caudron G-3 como el utilizado por el capitán Manuel Ríos para realizar el histórico primer vuelo de un piloto venezolano. Foto: Autor anónimo. Fuente: https://angelmagallanes.wordpress.com/2010/01/06/nacimiento-de-manuel-rios-primer-piloto-de-la-aviacion...

 


Avión Caudron G-3 en pleno vuelo. Foto: Autor anónimo. Fuente:elclarindelejercito.blogspot.com/2015/10/caudron-g-3-el-primer-avion-comprado.html

 



 

miércoles, 20 de julio de 2022

FUNDACIÓN PARROQUIAL DE ALTAGRACIA DE ORITUCO

Carlos A. López Garcés

Cronista Municipal

 

         La parroquia eclesiástica Nuestra Señora de Altagracia en el Valle de Orituco, estado Guárico, Venezuela, celebra el aniversario de su fundación el día 4 de junio desde el año 1976, cuando fue festejado el tricentenario de ese acontecimiento que, desde entonces, algunos consideran también como del origen del pueblo, de acuerdo con la opinión equivocada del cronista gracitano Adolfo Antonio Machado (1855-1903), quien aseveró lo siguiente:

“…hemos encontrado constancia que bajo un techo pajizo, en un edificio que medía treinta varas de largo por diez de ancho, el I. y R. Fray Francisco A. González de Acuña, benemérito Obispo de Caracas y Venezuela, en santa pastoral visita por estos valles [de Orituco], fundó esta Santa Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de Altagracia, con indios guaiquires, el 4 de junio de 1676, nombrándosele Cura Párroco al Pbro. Juan de Barnuevo”.

[…]

“Conforme lo dejamos dicho en nuestras precedentes Noticias Eclesiásticas, Altagracia fue erigida en Parroquia el 4 de junio de 1676, con indios Guaiquires. Y por lo que respecta a lo civil, adicionamos en esta vez: con indios Guaiquires de la tribu del cacique don Diego de Chapaiguana, de la Encomienda del capitán don Juan de Laya, del Valle de Camatagua, encomendero también de la nación Tumusa [sic] y de los Arenas”.

 

Machado no dijo donde obtuvo estas noticias ni explicó los razonamientos que le motivaron tales conclusiones. A pesar de esto, las evidencias revelan que una de las fuentes fue la nota de apertura del Libro de bautismos de San Miguel del Rosario de Orituco escrita por el padre Juan de Barnuevo, la cual dice textualmente:

“[Libro de bapti]smos, velaciones y casamientos [de feligreses] pertenecientes a este Valle de San Miguel del Rosario de [Orituco] y soto [sic] de La Cruz del Maestre de Campo Pedro de Mesones, fecho desde [4] de junio deste año de 1676, que se fundó esta santa iglesia por el Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Maestro Don Fray Antonio González de Acuña, Obispo Benemeritísimo de Venezuela y Caracas, cometida a mi Juan de Barnuevo, cura capellán en ésta y son los que se han baptizado y velado los siguientes. Juan de Barnuevo”.

 

Otra fuente habría sido la transcripción de los Escritos referentes a los terrenos del municipio Altagracia de Orituco (folios 1 a 12 vuelto), que fue expedida por el Registro Principal de la Provincia de Caracas el 26 de octubre de 1852, por orden del Tribunal de Santa Rosalía. Al cotejar aquella nota barnueviana y esta copia documental con la afirmación de Machado es factible hacer las siguientes observaciones:

 

1ª.- El templo

El edificio de techo de paja, de treinta varas de largo por diez de ancho y en el que, al decir de Machado, fue fundada la santa iglesia parroquial altagraciana el 4 de junio de 1676, correspondía en realidad a un templo que tenía poco tiempo de construido a mediados de 1726, de conformidad con el inventario hecho el 15 de julio de ese año, cuando el licenciado Juan Vicente de Ortuño le entregó al padre Nicolás de Ávila los bienes eclesiásticos gracitanos, de los cuales fue incluida primeramente “la iglesia nueva y de buen maderaje; cubierta de un lado de palma y por el otro de cogollo; de treinta y una varas de largo y diez de ancho”.

Llama la atención que el cronista orituqueño no habló del templo altagraciano de la primera década del siglo XVIII, cuando el pueblo estaba ubicado en la margen derecha del río Orituco; en esos días era una “Iglesia cobijada de cogollo, de bahareque de barro, de doce varas de largo y siete de ancho”, según el inventario efectuado el 22 de junio de 1709 con motivo de la transferencia del patrimonio eclesiástico de Altagracia, que hizo el padre Jacinto Vanders al presbítero Juan Vicente de Ortuño.

Machado dio a entender que la iglesia de Altagracia era la misma de San Miguel. Él aseguró que en el año 1777 fue sustituido “el sencillo edificio de techo pajizo en que se fundó esta Santa Iglesia [Parroquial de Nuestra Señora de Altagracia] y que “a principios de 1882” fue convenida la construcción de “una nueva Iglesia, en el mismo lugar donde en el transcurso de dos siglos se habían erigido ya dos santuarios”. Estas afirmaciones estimulan la curiosidad al inducir la sospecha de una contradicción del cronista consigo mismo, pues él sabía de la existencia de las dos parroquias; así lo demostró en su libro Apuntaciones para la historia, pero trató el caso como si ambas hubiesen sido una sola, sin individualizar el proceso de formación de cada una de ellas, independientemente de la unión de la sanmiguelina a la altagraciana ocurrida en 1716. No es un exceso añadir que la jurisdicción eclesiástica del valle sanmiguelino incluía posesiones del Maestre de Campo don Pedro de Mesones, como lo dice la nota barnueviana; a él pertenecían las tierras donde se formó posteriormente San Rafael de Orituco; además, era propietario de un esclavo adulto de nombre Domingo, quien fue el primer bautizado por el padre Barnuevo en San Miguel, hecho registrado el 29 de septiembre de 1677.  Esto denota que la feligresía de San Miguel quedó dividida realmente en tres parroquias en la última década del siglo XVII: la del propio San Miguel del Rosario, la de San Rafael y la de Nuestra Señora de Altagracia.

El cura Barnuevo no mencionó la “Santa Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de Altagracia“ en su nota de apertura, sino que se refirió a la de San Miguel. No podía hacerlo porque en 1676 no había sido fundado el pueblo altagraciano. Los aborígenes con los cuales fue constituida esta población estaban sometidos al régimen de encomiendas de servicio personal gratuito al encomendero, cuyo cambio por el de trabajo remunerado en 1687 fue determinante para la fundación del pueblo años después, como resultado del juicio que el encomendero Joseph Salvador de Medina comenzó en febrero de 1692 contra los indígenas que había tenido encomendados en su hacienda de San Miguel desde que los heredó por la muerte de Juan de Laya Mujica, su anterior encomendero, y con los cuales se formó una comunidad de guaiqueríes a partir del 1º de marzo de 1694, a la que le dieron luego categoría eclesiástica mediante la creación del pueblo de doctrina de Nuestra Señora de Altagracia por decisión del Obispo de Venezuela Diego de Baños y Sotomayor, con la autorización del Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela, don Francisco de Berroterán, y en atención a la Cédula Real del 12 de diciembre de 1691, de acuerdo con la que los indios liberados de la encomienda de servicio personal gratuito en 1687 debían ser congregados en pueblos con su respectiva asignación de territorio en lugares donde hubiese agua y espacios para viviendas, plaza, iglesia, casa de comunidad, agricultura, ganadería, solares y de reserva para el crecimiento. 

 

2ª.- La visita obispal

 El Ilustrísimo y Reverendísimo don fray Antonio González de Acuña, nombre correcto del  Obispo de Venezuela, estuvo de visita pastoral en San Sebastián de los Reyes en los últimos días de febrero de 1676, cuando el presbítero Barnuevo ejercía el sacerdocio en esa ciudad, que estaba en proceso de mudanza de Cagua hacia su sitio definitivo a orillas del Caramacate. El prelado no llegó hasta el Valle de Orituco, pues de San Sebastián viajó a los Valles de Aragua en labores religiosas y dejó encargado de la visitación al padre Agustín de Palma, Provisor y Vicario General del Obispado, cuya asistencia al Orituco no ha sido posible confirmar. Ese mismo Obispo, mediante carta fechada en Turmero el 22 de abril de ese año de la visita, notificó al Rey acerca de la construcción de iglesias en varias poblaciones, entre las cuales estaba San Sebastián de los Reyes a cuya territorialidad pertenecía San Miguel del Rosario. ¿Uno de aquellos templos era el sanmiguelino?

Es pertinente resaltar que monseñor Martí fue el primer Obispo en visitar personalmente al Orituco, como permite deducirlo esta anotación suya: “Hay visita del año de 1715 de este pueblo de Altagracia, pero ejecutada en la ciudad de San Sebastián por el comisionado del ilustrísimo señor Escalona, otra, también de este pueblo, el año de 1747 por un comisionado del señor Abadiano, y otras [sic] también en este pueblo, el año de 1767, por un comisionado del señor Madroñero. Acá no ha estado Obispo alguno”. Tal vez Machado no ignoraba esta información martiana, pues él consultó el “Libro de visita general de la Diócesis” donde el prelado anotó las noticias obtenidas sobre la parroquia visitada; no obstante, el cronista consideraba erróneamente que la de Martí era la segunda visita obispal hecha al Orituco. 

 

3ª.- Una fecha discutible

El 4 de junio de 1676 no indica fecha de creación de la parroquia San Miguel ni de la Nuestra Señora de Altagracia; tampoco corresponde a la de fundación del pueblo sanmiguelino ni del altagraciano. Es simplemente la data de iniciación de los libros de bautismos, velaciones y casamientos para los feligreses del Valle de San Miguel del Rosario de Orituco, como lo expresa taxativamente la nota barnueviana sobredicha, lo que constituía un acto protocolar eclesiástico ejecutado por el presbítero Barnuevo en cumplimiento de una responsabilidad sacerdotal, que coincidió con el año de la fundación de un templo nuevo; era el mismo deber que tenían otros sacerdotes con sus feligresías en casos similares.

La creación de una parroquia requería un dictamen oficial previo sobre ese particular, emitido por la superioridad eclesiástica con jurisdicción en Venezuela y autorizado por el Gobernador de la provincia venezolana; era un acto legítimo más complejo, que comprendía la definición de varios elementos: el territorio parroquial; el patrono o la patrona; el  párroco; los feligreses; el templo; el mantenimiento de la iglesia, del culto divino y del cura; el prorrateo entre los fieles destinado a esos mantenimientos; los registros parroquiales; etcétera. La nota del cura Barnuevo no tenía esa significación fundacional para San Miguel ni mucho menos para Altagracia de Orituco, porque este pueblo no existía debido a que los guaiqueríes, que eran sus futuros habitantes primitivos, aún estaban encomendados por Juan de Laya Mujica quizás desde 1672 y vivían en su hacienda, pues no estaban congregados en poblaciones de encomiendas; aquella nota está referida expresamente al uso del libro para feligreses del valle sanmiguelino hasta el sitio de La Cruz, a la fecha de su apertura, al sacerdote que lo comenzó, al año de la creación del templo, al fundador de “esta santa iglesia” y al cura capellán encargado de ella.

 

4ª.- El cacique

Se ignora quién era el cacique de los guaiqueríes en junio de 1676 cuando fue iniciado el libro eclesiástico sanmiguelino. No era don Diego de Chapaiguana porque él no había nacido aún. El nacimiento de este indígena habría ocurrido a casi diez años después de aquella apertura, acaso en la primera quincena de abril de 1686, pues fue bautizado el 13 de agosto de ese año cuando su edad era de cuatro meses, aproximadamente, conforme lo revela la partida de bautismo respectiva que dice así:

 

“Diego Leandro. En trece días del mes de agosto de 1686 año [sic]. Yo, el padre Juan de [Barnuevo], cura capellán de estos valles de Orituco, bauticé y pu[se óleo y] crisma y di bendiciones a Diego Leandro, hijo legítimo [del prin]cipal don Felipe y de doña Catalina, indios que eran de la [encomien]da del capitán Juan de Laya. Al parecer es de edad dicho [Diego Lean]dro de cuatro meses poco más o menos. Y por estar la [roto/] por nacer agogado [sic] y por la duda lo bauticé subcondiciones. [Por] estar achacoso no se pudo echar las bendiciones hasta el tiempo re[que]rido. Fueron padrinos: Mateo de Laya y Gámiz y agregada arr[roto]. Todos asistentes de este dicho valle. Y porque conste lo certifico y firmo. Juan de Barnuevo”.

 

         Debe saberse también que don Diego Leandro de Chapaiguana ejercía el cacicazgo de los aborígenes gracitanos en 1714, cuando era un joven de 28 años de edad. Don Felipe, el progenitor de don Diego, era el cacique de los guaiqueríes al comenzar la comunidad altagraciana en 1694 y todavía lo era en marzo de 1701; ya tenía esa dignidad en 1692 cuando su último encomendero, capitán Joseph Salvador de Medina, litigaba para ubicar esos indígenas fuera de su hacienda de cacao y proponía otros lugares, entre los cuales estaba el sitio donde los asentaron finalmente el 1° de marzo de 1694; con ellos conformaron luego el pueblo de doctrina Nuestra Señora de Altagracia, que puede diferenciarse históricamente de San Miguel del Rosario aun en su evolución eclesiástica, pues eran dos poblaciones surgidas en años y sitios distintos pero cercanas, cada una con su sacerdote y divinidad patronal correspondiente: San Miguel Arcángel y Nuestra Señora de Altagracia, respectivamente. Así existían en la primera mitad del siglo XVIII, aunque,  desde el 10 de junio de 1716 y por mandato del Obispo Francisco del Rincón con la providencia del Gobernador don Alberto de Bertodano, la feligresía altagraciana y la sanmigueleña eran atendidas por un sacerdote solamente, quien, a partir de ese momento, se titulaba cura doctrinero de Altagracia y capellán de San Miguel como también lo hicieron sus sucesores.

Tiene sentido recordar que el pueblo y la iglesia de San Miguel se habían arruinado durante un tiempo impreciso de la segunda mitad del siglo XVIII, por lo que la feligresía sanmiguelina estaba incorporada indistintamente a la población de Altagracia, según lo aseguró el Obispo Martí en 1783. Esto no denota que Altagracia es la continuación, reconstrucción o transformación de San Miguel; mientras este pueblo ya involucionaba en la centuria anterior hasta desparecer, Altagracia evolucionaba hacia su crecimiento y consolidación.

        

5ª.- Evidencias importantes

Los documentos consultados no contienen datos específicos, precisos, fidedignos con respecto a la fundación de la parroquia sanmiguelina ni de la altagraciana. Sin embargo, en lo concerniente al pueblo Nuestra Señora de Altagracia, es interesante recalcar que el padre Barnuevo no lo nombró en la nota relativa al inicio del libro de bautismos de San Miguel del Rosario en junio de 1676 ni en el transcurso de más de diecinueve años continuos, contados a partir del 29 de septiembre de 1677 cuando realizó el primer bautizo hasta diciembre de 1696, pero lo hizo al año siguiente. Los aportes barnuevianos más antiguos sobre este caso particular datan del primer semestre de 1697, de acuerdo con los asientos bautismales citados de seguidas:

 

“Domingo Candelaria. En 3 de febrero de 97 años, bauticé, puse óleo y crisma y di bendiciones a Domingo Candelaria, hijo legítimo de Juan Astasio [sic] y de Juana María. Fueron sus padrinos: Juan de Muñoz y María, su mujer. Todos asistentes en esta población de Altagracia. Y porque conste, lo firmé. [/] Juan de Barnuevo”.

[…]

“Juan Assensio. En 30 de mayo, año de 97, baptise [sic] y puse óleo y crisma [y di bendi]ciones a Juan Assencio [sic], hi[jo] legítimo de Gaspar y Jas[ilegible] de la población de Nuestra Señora de Altagracia. Fueron sus padrinos: [roto] y Polonia, de dicha población. Y para que conste, lo firmé. [/] Juan de Barnuevo”.   

 

Conviene agregar que está en duda que el cura Barnuevo se haya referido a la población gracitana en una partida bautismal del 5 de enero de aquel año, porque una rotura del documento impide conocer el nombre del pueblo que allí fue mencionado, como puede leerse seguidamente:

 

“Getrudis [sic]. En 5 de enero, año de 1697, baptisé [sic], puse óleo [y crisma y di] bendiciones a Getrudes [sic], hija legítima de Juan de la Mota y [roto]. Fue su padrino Mateo de Laya. Todos asistentes en esta población de [roto] conste lo firme. [/] Juan de Barnuevo”.

 

6ª.- Erección del curato

De conformidad con las informaciones precedentes es factible inferir que la parroquia Nuestra Señora de Altagracia habría sido creada hacia el segundo semestre de 1696, lo cual contribuye a responder sin dubitaciones una inquietud acerca de este hecho fundacional, expresada públicamente por monseñor Rafael Chacín Soto en el periódico Alborada Nᵒ 16,  que circuló en Altagracia de Orituco el 15 de octubre de 1950, dirigido por el profesor calaboceño Blas Loreto Loreto. El padre Chacín dijo allí:

 

“…es cosa averiguada que la parroquia de Altagracia fue erigida canónicamente por el Illmo. Sr. Obispo Don Diego de Baños y Soto Mayor, en tiempos del Gobernador y Capitán General Maestre de Campo D. Francisco de Berroterán. Ahora bien, de una parte sabemos que el Sr. Baños y Soto Mayor tomó posesión del Obispado en 1684 y murió en mayo de 1706, y de otra, que el Gobernador Berroterán o Berrotarán ejerció su mandato en dos períodos: el primero desde diciembre de 1693 a 1699, y el segundo, de 21 de noviembre de 1705 a mayo de 1706. ¿En cuál de estas dos oportunidades se efectuó la erección?...”

 

Aun cuando esta inquietud está todavía vigente en Orituco, es posible concluir repitiendo que la fundación de la parroquia Nuestra Señora de Altagracia fue efectuada por el Obispo Diego de Baños y Sotomayor, quizás en 1696, en un día indefinido aún y durante el primer período gubernamental de don Francisco de Berroterán; así lo reflejan las pruebas antedichas. No está de más añadir que el pueblo Nuestra Señora de Altagracia o simplemente Altagracia fue nombrado con más frecuencia por el padre Barnuevo en varios registros bautismales de 1697 a 1703, como no lo hizo en el transcurso de los casi veinte años anteriores, lo cual (valga la repetición) es un indicio de la inexistencia del pueblo altagraciano en aquel lapso.

Es importante destacar con carácter aclaratorio, ante probables dudas y confusiones, que el padre Barnuevo registraba los bautizos de los indígenas gracitanos junto con los de los negros y mulatos sanmiguelinos; él no hizo libros específicos para el pueblo de doctrina Nuestra Señora de Altagracia del cual fue su primer sacerdote. Tal vez esto explique porqué el Obispo Martí advirtió, durante su visita pastoral en marzo de 1783, que no había primeros libros parroquiales altagracianos e informó que la partida de bautismo registrada en el libro más antiguo era del 1º de mayo de 1704, la cual estaba firmada por el padre “Jacinto Bandres”, cuyo apellido verdadero era Vanders, según lo patentiza su firma estampada en actas bautismales; estas noticias ayudan a deducir que él habría sido el iniciador de los registros del curato altagraciano.

Falta aclarar cuándo terminaron los servicios del cura Barnuevo a la feligresía altagraciana. Al parecer, el presbítero Vanders ya lo había sustituido interinamente en febrero de 1703 y siguió relevándolo hasta el 22 de junio de 1709, día en que el padre Juan Vicente de Ortuño se encargó de dicha parroquia para la cual había sido designado porque era “sede vacante”. Es sabido que Barnuevo sólo quedó a cargo de la sanmiguelina hasta mediados de 1716; fue reemplazado definitivamente debido a su decrepitud y desasistencia eclesiástica; desde entonces, el padre Ortuño tenía el deber de atenderle a las dos feligresías.


La gráfica muestra el resto documental de la nota de apertura del libro de bautismos, velaciones y casamientos de la iglesia del Valle de San Miguel del Rosario, hecha en la parte superior del folio por el padre Juan de Barnuevo el 4 de junio de 1676. Foto: Carlos A. López Garcés, jueves 16 de enero de 2014


jueves, 24 de septiembre de 2020

APELLIDOS INDÍGENAS EN ORITUCO

Carlos A. López Garcés

Cronista de Orituco

 “Me apasiona la historia de los que no vencieron.”

Dra. Nora Bustamante(1)

             La fundación de la ciudad de San Sebastián de los Reyes en 1585 sirvió significativamente a la monarquía española para dominar el territorio orituqueño, mediante un intenso y persistente proceso colonizador de aculturación forzosa hispanizante en el transcurso de más de dos siglos, con la imposición sistemática de diversos elementos económicos, sociales, políticos, religiosos, idiomáticos, legales y de otras particularidades culturales que le eran propias, entre las cuales resaltaba la evangelización indígena como factor ideológico primordial asociado al hispano-colonialismo, para lo que contaba con la participación indoblegable de la Iglesia Católica, cuya labor de adoctrinamiento cristiano incluía el cambio de identificación autóctona de los aborígenes por nombres tomados del santoral, aun cuando muchas veces conservaban el apellido originario o no lo utilizaban. Se trataba de darle prevalencia por medio de la fuerza o de la persuasión a la cultura española hegemónica sobre la aborigen a contrarrestar.

             La aseveración precedente puede ser ilustrada con muchos ejemplos contenidos en documentos eclesiásticos correspondientes al valle de Orituco, de donde es posible citar algunos casos de naturales catolizados durante las centurias XVII y XVIII, independientemente de su rol dentro de la etnia primitiva. Valga mencionar a Diego Merepoy, Juan Orocoyare  y Sebastián Curicare, quienes eran los respectivos caciques de los indios encomendados a Alonso García Jarillo, Juan García Carrasco y Andrés de San Juan en 1634.

             Cita especial debe hacerse de Felipe Chapaiguana, principal de los guaiqueríes altagracianos, y de su mujer Catalina cuyo apellido es desconocido; ellos  procrearon varios descendientes en el lapso de 1684 a 1701, los que fueron bautizados con los nombres Juana Pascuala, Diego Leandro, un varón (sin identificar por daños de la fuente), Fernando, Vicente, María, Baltasar de los Reyes y Juana Paula. De éstos, Diego Leandro casó con Teresa de Jesús; tenían una prole numerosa en la tercera década del siglo XVIII: Marcos Francisco, Juan Ventura, Faustina Cipriana, Esteban Joseph, Teodora María Esperanza, María Feliciana o Feliciana María, Magdalena María y Rosa; el primero,  Marcos Francisco tuvo un mínimo de tres descendientes en su matrimonio con Juana María: Juan Crisóstomo, María de La Concepción y Joseph Simón, nacidos en 1726, 1727 y 1734, respectivamente; el segundo, Juan Ventura tenía por esposa a Clara María Moreno, con quien procreó un hijo y dos hijas por lo menos: Joseph Graciliano, Juana Albina [sic] e Isabel Antonia Damiana.

             Los apellidos originarios eran numerosos en los pueblos orituqueños en el transcurso de los siglos XVII a XIX. Fueron registrados adaptando la fonética indígena a la grafía española, según la capacidad del escribiente hispánico; esto, al parecer, motivó que ciertos apelativos fuesen modificados varias veces al ser escritos erradamente de distintas maneras y por consiguiente ocasionando un nuevo apellido en cada equívoco, al no coincidir la pronunciación con la escritura; por ejemplo: Camauta, Camaute, Calmaute, Carmauta, Carmaute, Carmaut, Caumate. Algunos se repetían en las diferentes poblaciones, como puede observarse en la lista siguiente:

 

1°.- Altagracia de Orituco:

            Acama, Aguana, Amaricua, Araya, Baruta, Cacetío, Caimaipata, Calmaute, Camaipata, Camaripata, Camaypara, Camaypata, Camauta, Camaute, Canache, Canaguaran, Capayguana, Caracas, Caramipano, Caricota, Caricote, Caricoto, Carima, Carmanate, Carmauta, Carmaute, Carmaut, Carucho, Caumate, Caymapata, Cermaraima, Chapaiguana, Chapayguana, Charama, Charay, Charayma, Chauran, Conopoi, Conopoyma, Corimaco, Coropa, Cuare, Cumache, Cumachi, Cumana, Cumaraima, Cumaraime, Cumaray, Guacache, Guaicamacuto, Guaimacuto, Guaita, Guaracuto, Guaramaco, Guaramacuto, Guaramata, Guarirapa, Guayquirima, Guayta, Huipe, Macaigno, Macuare, Maduracotos, Maipata, Manaure, Maracai, Maracaima, Maracay, Marapacuto, Mararaicuto, Maraure, Mariche, Mauracoto, Meregote, Monocoima, Morocoyma, Nacache, Orocopei, Paraco, Parica, Parucho, Payagua, Quare, Tuquiana, Tuquiano, Turmerino, Yaguaracuto, Yaguarecuto, Yaguarare, Yripita.

 

2°.- Lezama:

            Acama, Acame, Acaona, Amaricua, Amaricuo, Anacache, Araure, Araya, Atagua, Baruto,  Camaracha, Caruche, Carucho, Caruto, Chaque, Chamaraima, Charaima, Charava, Charayme, Coropa, Cuchepe, Cumana, Cumanaime, Cumara, Cumaraima, Cumaraime, Cumaray, Cumarayma, Cumarayme, Guacache, Guachache, Guaita, Guanare, Guanaricota,  Guanaricote, Guaramanare, Guaramare, Garamata, Garamate, Guaramata, Guaramatal, Guaramate, Guarana, Guarapano, Guaricoto, Guaricupa, Guase, Guiaragua, Guire, Macanapa, Manaure, Maruto, Mauracoto, Moncao, Nacache, Parucha, Quereyba, Quero,  Quianaba, Quiaragua, Sabache, Tarugo, Tenepa, Tequireima, Tomusa, Tucupío.

 

3°.- San Rafael de Orituco:

            Camaipata, Carrucho [sic], Coropa, Cumache, Cumaraima, Cumarayma, Guacache, Guacaran, Guaicaran, Guarudo, Guarura, Guaruro, Manaure, Muraguare, Parababil, Tamanaco, Tocuyo.

           

            Varios lograron trascender hasta los siglos XX y XXI: Camaute, Canache, Carucho, Caruto, Coropa, Cuare, Cumache, Guacache, Guacarán, Guaita, Guarapano, Guayquirima (Guaiquirima), Marapacuto, Paraco, Párica, Payagua, etcétera. Sin embargo, otros tantos, junto con otras identidades,  desaparecieron con el transcurrir del tiempo por las razones antedichas. La ocasión es apropiada para citar algunos nombres indígenas de la vecindad vallesanmiguelina ya exterminados, correspondientes en su mayoría a las últimas décadas del siglo XVII y a la primera del XVIII: Campati, Caraspane, Grisogono, Maitabur, Mepete (cacique en 1634 de la encomienda del capitán Esteban Blasco), Notaguecur (cacique en 1616), Orocobanse, Orocope, Paracayse, Perenape, Piragua, Quequipare, Sacariculi, Sesupe, Sevepe, Tuare y Tunagua.  

 

            Despierta mucho la curiosidad la erradicación de apellidos identificadores del cacicazgo, como lo fueron: Curicare, Chapaiguana, Mauracoto, Merepoy y Orocoyare. Es pertinente reseñar que María Dolores Chapaiguan [sic] es la última persona con ese apellido (escrito así, modificado, sin la última a) que fue localizada en registros matrimoniales  altagracianos de la primera mitad del siglo XIX; ella y su esposo José Bravo, eran los padres legítimos de Secundina de Bravo, casada en Altagracia de Orituco el 4 de agosto de 1841 con José Castro Bonillo, hijo legítimo de Miguel Bonillo y Mónica Díaz, procedentes de San Rafael de Orituco. Debe agregarse que el vocablo Chapaiguana no se propagó en el territorio orituquense para apellidar familias en estos últimos 180 años, por lo menos; no obstante, fue adoptado en Altagracia en distintos días de la centuria XX para identificar una calle, una planta de tratamiento de agua, un parque, un edificio, un equipo de béisbol, dos bodegas, una tipografía, un festival de música popular venezolana, una línea de transporte colectivo urbano y como seudónimo de un columnista gracitano. De los otros sólo es sabido que Orocoyare se ha conservado, aunque con variaciones en su grafía, como epónimo del caserío Orocollal ubicado al norte de Altagracia.

 

            No está de más añadir que los cambios de identificación originaria practicados y consolidados durante la Colonia continuaron en tiempos republicanos, lo cual indica la perdurabilidad de un elemento más de aculturación hispanizante, a pesar de la independencia venezolana del dominio político monárquico español desde la tercera década de la centuria XIX. El arraigo de esa “herencia cultural” es muy común observarlo actualmente, por ejemplo, en la actitud etnocéntrica manifestada por ciertas personas ante el nombre y/o el apellido indígena de ciudadanos y ciudadanas que tienen o no ascendencia aborigen directa, con o sin rasgos corporales que la revelen; esto significa, a grosso modo, una especie de alienación colonialista contemporánea, pero de larga data como es obvio, que incluye la subestimación de esa identidad autóctona y por consiguiente de la cultura primitiva venezolana.   

 

Altagracia de Orituco, agosto de 2020.

__________

REFERENCIA

(1) Médica. Ex Jefa del Archivo Histórico de Miraflores. El Nacional, Caracas, viernes 18 de octubre de 1985, p. D-10.

 

FUENTES

 I.- Documentales

 ARCHIVO ARQUIDIOCESANO DE CARACAS (A.A.C.). Caracas, Distrito Capital.             

           

            .- Matrículas de las parroquias: Altagracia de Orituco, carpeta N° 37, años 1764,           1767, 1769, 1772; San Rafael de Orituco, carpeta N° 37; Lezama, carpeta N° 30,        año 1758.

 

ARCHIVO DE LA PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE ALTAGRACIA (A.P.N.S.A.). Altagracia de Orituco, estado Guárico.

 

            .- Libro de bautismos de San Miguel del Rosario de Orituco y del pueblo Nuestra           Señora de Altagracia. Años 1676 a 1744.

 

            .- Libros de bautismos de Altagracia de Orituco. Años 1745 a 1912.

           

            .- Libros de matrimonios de Altagracia de Orituco. Años 1799 a 1847 

 

ARCHIVO DE LA PARROQUIA SAN FRANCISCO JAVIER DE LEZAMA (A.P S.F.J. L.). Lezama de Orituco, estado Guárico

 

            .- Libros de bautismos. Años 1783 a 1853.

 

ARCHIVO DE LA PARROQUIA SAN RAFAEL ARCÁNGEL (A.P.S.R.A.). San Rafael de Orituco, estado Guárico.

 

            .- Libros de bautismos. Años 1760, 1830 a 1847.

 

REGISTRO INMOBILIARIO DE LOS MUNICIPIO JOSÉ TADEO MONAGAS Y SAN JOSÉ DE GUARIBE (R.I.M.G.E.G.). Altagracia de Orituco, estado Guárico.

 

            .- Actas de elecciones del Cabildo de Indios de Altagracia de Orituco. Bloque N°            1.         Años 1723 a 1795.

 

            .-Escritos referentes a los terrenos del municipio Altagracia de Orituco. Caracas, 26     de octubre de 1852. Copia ordenada por el Tribunal de Santa Rosalía y expedida           por el Registro Principal de la Provincia de Caracas. (Documento suelto, sin         ubicación precisa). 

 

II.- Bibliográficas

 

CHACÍN SOTO, Rafael. “Papeles y voces de ayer” (en LORETO LORETO, Blas. Alborada, pie de luz para medio siglo. Madrid. Ediciones Guadarrama, S.L., 1961).

 

CHACÍN SOTO, Rafael. “Papeles y voces de ayer” (en LORETO LORETO, Blas. Alborada, pie de luz para medio siglo. Caracas. Ediciones de la Alcaldía del municipio José Tadeo Monagas del estado Guárico, 2009).