miércoles, 20 de julio de 2022

FUNDACIÓN PARROQUIAL DE ALTAGRACIA DE ORITUCO

Carlos A. López Garcés

Cronista Municipal

 

         La parroquia eclesiástica Nuestra Señora de Altagracia en el Valle de Orituco, estado Guárico, Venezuela, celebra el aniversario de su fundación el día 4 de junio desde el año 1976, cuando fue festejado el tricentenario de ese acontecimiento que, desde entonces, algunos consideran también como del origen del pueblo, de acuerdo con la opinión equivocada del cronista gracitano Adolfo Antonio Machado (1855-1903), quien aseveró lo siguiente:

“…hemos encontrado constancia que bajo un techo pajizo, en un edificio que medía treinta varas de largo por diez de ancho, el I. y R. Fray Francisco A. González de Acuña, benemérito Obispo de Caracas y Venezuela, en santa pastoral visita por estos valles [de Orituco], fundó esta Santa Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de Altagracia, con indios guaiquires, el 4 de junio de 1676, nombrándosele Cura Párroco al Pbro. Juan de Barnuevo”.

[…]

“Conforme lo dejamos dicho en nuestras precedentes Noticias Eclesiásticas, Altagracia fue erigida en Parroquia el 4 de junio de 1676, con indios Guaiquires. Y por lo que respecta a lo civil, adicionamos en esta vez: con indios Guaiquires de la tribu del cacique don Diego de Chapaiguana, de la Encomienda del capitán don Juan de Laya, del Valle de Camatagua, encomendero también de la nación Tumusa [sic] y de los Arenas”.

 

Machado no dijo donde obtuvo estas noticias ni explicó los razonamientos que le motivaron tales conclusiones. A pesar de esto, las evidencias revelan que una de las fuentes fue la nota de apertura del Libro de bautismos de San Miguel del Rosario de Orituco escrita por el padre Juan de Barnuevo, la cual dice textualmente:

“[Libro de bapti]smos, velaciones y casamientos [de feligreses] pertenecientes a este Valle de San Miguel del Rosario de [Orituco] y soto [sic] de La Cruz del Maestre de Campo Pedro de Mesones, fecho desde [4] de junio deste año de 1676, que se fundó esta santa iglesia por el Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Maestro Don Fray Antonio González de Acuña, Obispo Benemeritísimo de Venezuela y Caracas, cometida a mi Juan de Barnuevo, cura capellán en ésta y son los que se han baptizado y velado los siguientes. Juan de Barnuevo”.

 

Otra fuente habría sido la transcripción de los Escritos referentes a los terrenos del municipio Altagracia de Orituco (folios 1 a 12 vuelto), que fue expedida por el Registro Principal de la Provincia de Caracas el 26 de octubre de 1852, por orden del Tribunal de Santa Rosalía. Al cotejar aquella nota barnueviana y esta copia documental con la afirmación de Machado es factible hacer las siguientes observaciones:

 

1ª.- El templo

El edificio de techo de paja, de treinta varas de largo por diez de ancho y en el que, al decir de Machado, fue fundada la santa iglesia parroquial altagraciana el 4 de junio de 1676, correspondía en realidad a un templo que tenía poco tiempo de construido a mediados de 1726, de conformidad con el inventario hecho el 15 de julio de ese año, cuando el licenciado Juan Vicente de Ortuño le entregó al padre Nicolás de Ávila los bienes eclesiásticos gracitanos, de los cuales fue incluida primeramente “la iglesia nueva y de buen maderaje; cubierta de un lado de palma y por el otro de cogollo; de treinta y una varas de largo y diez de ancho”.

Llama la atención que el cronista orituqueño no habló del templo altagraciano de la primera década del siglo XVIII, cuando el pueblo estaba ubicado en la margen derecha del río Orituco; en esos días era una “Iglesia cobijada de cogollo, de bahareque de barro, de doce varas de largo y siete de ancho”, según el inventario efectuado el 22 de junio de 1709 con motivo de la transferencia del patrimonio eclesiástico de Altagracia, que hizo el padre Jacinto Vanders al presbítero Juan Vicente de Ortuño.

Machado dio a entender que la iglesia de Altagracia era la misma de San Miguel. Él aseguró que en el año 1777 fue sustituido “el sencillo edificio de techo pajizo en que se fundó esta Santa Iglesia [Parroquial de Nuestra Señora de Altagracia] y que “a principios de 1882” fue convenida la construcción de “una nueva Iglesia, en el mismo lugar donde en el transcurso de dos siglos se habían erigido ya dos santuarios”. Estas afirmaciones estimulan la curiosidad al inducir la sospecha de una contradicción del cronista consigo mismo, pues él sabía de la existencia de las dos parroquias; así lo demostró en su libro Apuntaciones para la historia, pero trató el caso como si ambas hubiesen sido una sola, sin individualizar el proceso de formación de cada una de ellas, independientemente de la unión de la sanmiguelina a la altagraciana ocurrida en 1716. No es un exceso añadir que la jurisdicción eclesiástica del valle sanmiguelino incluía posesiones del Maestre de Campo don Pedro de Mesones, como lo dice la nota barnueviana; a él pertenecían las tierras donde se formó posteriormente San Rafael de Orituco; además, era propietario de un esclavo adulto de nombre Domingo, quien fue el primer bautizado por el padre Barnuevo en San Miguel, hecho registrado el 29 de septiembre de 1677.  Esto denota que la feligresía de San Miguel quedó dividida realmente en tres parroquias en la última década del siglo XVII: la del propio San Miguel del Rosario, la de San Rafael y la de Nuestra Señora de Altagracia.

El cura Barnuevo no mencionó la “Santa Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de Altagracia“ en su nota de apertura, sino que se refirió a la de San Miguel. No podía hacerlo porque en 1676 no había sido fundado el pueblo altagraciano. Los aborígenes con los cuales fue constituida esta población estaban sometidos al régimen de encomiendas de servicio personal gratuito al encomendero, cuyo cambio por el de trabajo remunerado en 1687 fue determinante para la fundación del pueblo años después, como resultado del juicio que el encomendero Joseph Salvador de Medina comenzó en febrero de 1692 contra los indígenas que había tenido encomendados en su hacienda de San Miguel desde que los heredó por la muerte de Juan de Laya Mujica, su anterior encomendero, y con los cuales se formó una comunidad de guaiqueríes a partir del 1º de marzo de 1694, a la que le dieron luego categoría eclesiástica mediante la creación del pueblo de doctrina de Nuestra Señora de Altagracia por decisión del Obispo de Venezuela Diego de Baños y Sotomayor, con la autorización del Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela, don Francisco de Berroterán, y en atención a la Cédula Real del 12 de diciembre de 1691, de acuerdo con la que los indios liberados de la encomienda de servicio personal gratuito en 1687 debían ser congregados en pueblos con su respectiva asignación de territorio en lugares donde hubiese agua y espacios para viviendas, plaza, iglesia, casa de comunidad, agricultura, ganadería, solares y de reserva para el crecimiento. 

 

2ª.- La visita obispal

 El Ilustrísimo y Reverendísimo don fray Antonio González de Acuña, nombre correcto del  Obispo de Venezuela, estuvo de visita pastoral en San Sebastián de los Reyes en los últimos días de febrero de 1676, cuando el presbítero Barnuevo ejercía el sacerdocio en esa ciudad, que estaba en proceso de mudanza de Cagua hacia su sitio definitivo a orillas del Caramacate. El prelado no llegó hasta el Valle de Orituco, pues de San Sebastián viajó a los Valles de Aragua en labores religiosas y dejó encargado de la visitación al padre Agustín de Palma, Provisor y Vicario General del Obispado, cuya asistencia al Orituco no ha sido posible confirmar. Ese mismo Obispo, mediante carta fechada en Turmero el 22 de abril de ese año de la visita, notificó al Rey acerca de la construcción de iglesias en varias poblaciones, entre las cuales estaba San Sebastián de los Reyes a cuya territorialidad pertenecía San Miguel del Rosario. ¿Uno de aquellos templos era el sanmiguelino?

Es pertinente resaltar que monseñor Martí fue el primer Obispo en visitar personalmente al Orituco, como permite deducirlo esta anotación suya: “Hay visita del año de 1715 de este pueblo de Altagracia, pero ejecutada en la ciudad de San Sebastián por el comisionado del ilustrísimo señor Escalona, otra, también de este pueblo, el año de 1747 por un comisionado del señor Abadiano, y otras [sic] también en este pueblo, el año de 1767, por un comisionado del señor Madroñero. Acá no ha estado Obispo alguno”. Tal vez Machado no ignoraba esta información martiana, pues él consultó el “Libro de visita general de la Diócesis” donde el prelado anotó las noticias obtenidas sobre la parroquia visitada; no obstante, el cronista consideraba erróneamente que la de Martí era la segunda visita obispal hecha al Orituco. 

 

3ª.- Una fecha discutible

El 4 de junio de 1676 no indica fecha de creación de la parroquia San Miguel ni de la Nuestra Señora de Altagracia; tampoco corresponde a la de fundación del pueblo sanmiguelino ni del altagraciano. Es simplemente la data de iniciación de los libros de bautismos, velaciones y casamientos para los feligreses del Valle de San Miguel del Rosario de Orituco, como lo expresa taxativamente la nota barnueviana sobredicha, lo que constituía un acto protocolar eclesiástico ejecutado por el presbítero Barnuevo en cumplimiento de una responsabilidad sacerdotal, que coincidió con el año de la fundación de un templo nuevo; era el mismo deber que tenían otros sacerdotes con sus feligresías en casos similares.

La creación de una parroquia requería un dictamen oficial previo sobre ese particular, emitido por la superioridad eclesiástica con jurisdicción en Venezuela y autorizado por el Gobernador de la provincia venezolana; era un acto legítimo más complejo, que comprendía la definición de varios elementos: el territorio parroquial; el patrono o la patrona; el  párroco; los feligreses; el templo; el mantenimiento de la iglesia, del culto divino y del cura; el prorrateo entre los fieles destinado a esos mantenimientos; los registros parroquiales; etcétera. La nota del cura Barnuevo no tenía esa significación fundacional para San Miguel ni mucho menos para Altagracia de Orituco, porque este pueblo no existía debido a que los guaiqueríes, que eran sus futuros habitantes primitivos, aún estaban encomendados por Juan de Laya Mujica quizás desde 1672 y vivían en su hacienda, pues no estaban congregados en poblaciones de encomiendas; aquella nota está referida expresamente al uso del libro para feligreses del valle sanmiguelino hasta el sitio de La Cruz, a la fecha de su apertura, al sacerdote que lo comenzó, al año de la creación del templo, al fundador de “esta santa iglesia” y al cura capellán encargado de ella.

 

4ª.- El cacique

Se ignora quién era el cacique de los guaiqueríes en junio de 1676 cuando fue iniciado el libro eclesiástico sanmiguelino. No era don Diego de Chapaiguana porque él no había nacido aún. El nacimiento de este indígena habría ocurrido a casi diez años después de aquella apertura, acaso en la primera quincena de abril de 1686, pues fue bautizado el 13 de agosto de ese año cuando su edad era de cuatro meses, aproximadamente, conforme lo revela la partida de bautismo respectiva que dice así:

 

“Diego Leandro. En trece días del mes de agosto de 1686 año [sic]. Yo, el padre Juan de [Barnuevo], cura capellán de estos valles de Orituco, bauticé y pu[se óleo y] crisma y di bendiciones a Diego Leandro, hijo legítimo [del prin]cipal don Felipe y de doña Catalina, indios que eran de la [encomien]da del capitán Juan de Laya. Al parecer es de edad dicho [Diego Lean]dro de cuatro meses poco más o menos. Y por estar la [roto/] por nacer agogado [sic] y por la duda lo bauticé subcondiciones. [Por] estar achacoso no se pudo echar las bendiciones hasta el tiempo re[que]rido. Fueron padrinos: Mateo de Laya y Gámiz y agregada arr[roto]. Todos asistentes de este dicho valle. Y porque conste lo certifico y firmo. Juan de Barnuevo”.

 

         Debe saberse también que don Diego Leandro de Chapaiguana ejercía el cacicazgo de los aborígenes gracitanos en 1714, cuando era un joven de 28 años de edad. Don Felipe, el progenitor de don Diego, era el cacique de los guaiqueríes al comenzar la comunidad altagraciana en 1694 y todavía lo era en marzo de 1701; ya tenía esa dignidad en 1692 cuando su último encomendero, capitán Joseph Salvador de Medina, litigaba para ubicar esos indígenas fuera de su hacienda de cacao y proponía otros lugares, entre los cuales estaba el sitio donde los asentaron finalmente el 1° de marzo de 1694; con ellos conformaron luego el pueblo de doctrina Nuestra Señora de Altagracia, que puede diferenciarse históricamente de San Miguel del Rosario aun en su evolución eclesiástica, pues eran dos poblaciones surgidas en años y sitios distintos pero cercanas, cada una con su sacerdote y divinidad patronal correspondiente: San Miguel Arcángel y Nuestra Señora de Altagracia, respectivamente. Así existían en la primera mitad del siglo XVIII, aunque,  desde el 10 de junio de 1716 y por mandato del Obispo Francisco del Rincón con la providencia del Gobernador don Alberto de Bertodano, la feligresía altagraciana y la sanmigueleña eran atendidas por un sacerdote solamente, quien, a partir de ese momento, se titulaba cura doctrinero de Altagracia y capellán de San Miguel como también lo hicieron sus sucesores.

Tiene sentido recordar que el pueblo y la iglesia de San Miguel se habían arruinado durante un tiempo impreciso de la segunda mitad del siglo XVIII, por lo que la feligresía sanmiguelina estaba incorporada indistintamente a la población de Altagracia, según lo aseguró el Obispo Martí en 1783. Esto no denota que Altagracia es la continuación, reconstrucción o transformación de San Miguel; mientras este pueblo ya involucionaba en la centuria anterior hasta desparecer, Altagracia evolucionaba hacia su crecimiento y consolidación.

        

5ª.- Evidencias importantes

Los documentos consultados no contienen datos específicos, precisos, fidedignos con respecto a la fundación de la parroquia sanmiguelina ni de la altagraciana. Sin embargo, en lo concerniente al pueblo Nuestra Señora de Altagracia, es interesante recalcar que el padre Barnuevo no lo nombró en la nota relativa al inicio del libro de bautismos de San Miguel del Rosario en junio de 1676 ni en el transcurso de más de diecinueve años continuos, contados a partir del 29 de septiembre de 1677 cuando realizó el primer bautizo hasta diciembre de 1696, pero lo hizo al año siguiente. Los aportes barnuevianos más antiguos sobre este caso particular datan del primer semestre de 1697, de acuerdo con los asientos bautismales citados de seguidas:

 

“Domingo Candelaria. En 3 de febrero de 97 años, bauticé, puse óleo y crisma y di bendiciones a Domingo Candelaria, hijo legítimo de Juan Astasio [sic] y de Juana María. Fueron sus padrinos: Juan de Muñoz y María, su mujer. Todos asistentes en esta población de Altagracia. Y porque conste, lo firmé. [/] Juan de Barnuevo”.

[…]

“Juan Assensio. En 30 de mayo, año de 97, baptise [sic] y puse óleo y crisma [y di bendi]ciones a Juan Assencio [sic], hi[jo] legítimo de Gaspar y Jas[ilegible] de la población de Nuestra Señora de Altagracia. Fueron sus padrinos: [roto] y Polonia, de dicha población. Y para que conste, lo firmé. [/] Juan de Barnuevo”.   

 

Conviene agregar que está en duda que el cura Barnuevo se haya referido a la población gracitana en una partida bautismal del 5 de enero de aquel año, porque una rotura del documento impide conocer el nombre del pueblo que allí fue mencionado, como puede leerse seguidamente:

 

“Getrudis [sic]. En 5 de enero, año de 1697, baptisé [sic], puse óleo [y crisma y di] bendiciones a Getrudes [sic], hija legítima de Juan de la Mota y [roto]. Fue su padrino Mateo de Laya. Todos asistentes en esta población de [roto] conste lo firme. [/] Juan de Barnuevo”.

 

6ª.- Erección del curato

De conformidad con las informaciones precedentes es factible inferir que la parroquia Nuestra Señora de Altagracia habría sido creada hacia el segundo semestre de 1696, lo cual contribuye a responder sin dubitaciones una inquietud acerca de este hecho fundacional, expresada públicamente por monseñor Rafael Chacín Soto en el periódico Alborada Nᵒ 16,  que circuló en Altagracia de Orituco el 15 de octubre de 1950, dirigido por el profesor calaboceño Blas Loreto Loreto. El padre Chacín dijo allí:

 

“…es cosa averiguada que la parroquia de Altagracia fue erigida canónicamente por el Illmo. Sr. Obispo Don Diego de Baños y Soto Mayor, en tiempos del Gobernador y Capitán General Maestre de Campo D. Francisco de Berroterán. Ahora bien, de una parte sabemos que el Sr. Baños y Soto Mayor tomó posesión del Obispado en 1684 y murió en mayo de 1706, y de otra, que el Gobernador Berroterán o Berrotarán ejerció su mandato en dos períodos: el primero desde diciembre de 1693 a 1699, y el segundo, de 21 de noviembre de 1705 a mayo de 1706. ¿En cuál de estas dos oportunidades se efectuó la erección?...”

 

Aun cuando esta inquietud está todavía vigente en Orituco, es posible concluir repitiendo que la fundación de la parroquia Nuestra Señora de Altagracia fue efectuada por el Obispo Diego de Baños y Sotomayor, quizás en 1696, en un día indefinido aún y durante el primer período gubernamental de don Francisco de Berroterán; así lo reflejan las pruebas antedichas. No está de más añadir que el pueblo Nuestra Señora de Altagracia o simplemente Altagracia fue nombrado con más frecuencia por el padre Barnuevo en varios registros bautismales de 1697 a 1703, como no lo hizo en el transcurso de los casi veinte años anteriores, lo cual (valga la repetición) es un indicio de la inexistencia del pueblo altagraciano en aquel lapso.

Es importante destacar con carácter aclaratorio, ante probables dudas y confusiones, que el padre Barnuevo registraba los bautizos de los indígenas gracitanos junto con los de los negros y mulatos sanmiguelinos; él no hizo libros específicos para el pueblo de doctrina Nuestra Señora de Altagracia del cual fue su primer sacerdote. Tal vez esto explique porqué el Obispo Martí advirtió, durante su visita pastoral en marzo de 1783, que no había primeros libros parroquiales altagracianos e informó que la partida de bautismo registrada en el libro más antiguo era del 1º de mayo de 1704, la cual estaba firmada por el padre “Jacinto Bandres”, cuyo apellido verdadero era Vanders, según lo patentiza su firma estampada en actas bautismales; estas noticias ayudan a deducir que él habría sido el iniciador de los registros del curato altagraciano.

Falta aclarar cuándo terminaron los servicios del cura Barnuevo a la feligresía altagraciana. Al parecer, el presbítero Vanders ya lo había sustituido interinamente en febrero de 1703 y siguió relevándolo hasta el 22 de junio de 1709, día en que el padre Juan Vicente de Ortuño se encargó de dicha parroquia para la cual había sido designado porque era “sede vacante”. Es sabido que Barnuevo sólo quedó a cargo de la sanmiguelina hasta mediados de 1716; fue reemplazado definitivamente debido a su decrepitud y desasistencia eclesiástica; desde entonces, el padre Ortuño tenía el deber de atenderle a las dos feligresías.


La gráfica muestra el resto documental de la nota de apertura del libro de bautismos, velaciones y casamientos de la iglesia del Valle de San Miguel del Rosario, hecha en la parte superior del folio por el padre Juan de Barnuevo el 4 de junio de 1676. Foto: Carlos A. López Garcés, jueves 16 de enero de 2014


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