El OBISPO FELIPE NERI SENDREA
(ALGUNAS NOTAS BIOGRÁFICAS)
Carlos
A. López Garcés
Cronista
de Altagracia de Orituco
En Altagracia de Orituco
existe todavía un parque construido por la municipalidad, que honra la memoria
de monseñor doctor Felipe Neri Sendrea, desde la tercera o cuarta década del
siglo XX; además, hubo una escuela federal para niñas identificada con su
nombre, la cual fue fundada por Carmen Joaquina Osío Sarmiento en 1936 y
funcionó hasta 1956, cuando, junto con la Escuela Federal Ángel Moreno, que era
para varones, fue integrada al Grupo Escolar José Ramón Camejo, inaugurado en
diciembre de 1955.
Son desconocidos los motivos que determinaron
la escogencia de Felipe Neri Sendrea como epónimo de esas obras gracitanas; sin
embargo, puede suponerse que fue un gesto de reconocimiento de los ideólogos de
ellas a los méritos eclesiásticos y ciudadanos de esa personalidad religiosa, a
quien habrían venerado como orientador espiritual de la feligresía
altagraciana. La selección de su nombre habría derivado de la notable
influencia de la Iglesia Católica en las decisiones oficiales de aquellos días.
Tanto el parque como la escuela inducen a
procurar una recopilación de informaciones confiables, que sirvan para
aproximarse a la vida y obra de este personaje trascendente
y exponerlas en este VII Encuentro de Cronistas e Historiadores de Venezuela en
Calabozo, a propósito del sesquicentenario de la diócesis calaboceña.
Felipe Neri Sendrea nació en Los Puertos de Altagracia, otrora
distrito Miranda del estado Zulia, el 27 de agosto de 1844, según lo afirmaron los
presbíteros Ramón E. Silva y Luis Felipe Parra, ex alumnos suyos, en un esbozo
biográfico sobre este notable sacerdote, publicado en 1922; agregaron que era hijo de Justo Sendrea y
Josefa Caballero Faría. No obstante, el 27 de septiembre de 1844 es la fecha de
nacimiento escrita en la lápida que identifica la tumba de este obispo en la
Catedral de Calabozo y en una placa ubicada en el pedestal que sostiene su
busto en el parque Sendrea de Altagracia de Orituco.
Los
investigadores Pedro Luis Padrón, Cronista de Los Puertos de Altagracia, estado
Zulia, y Julio César Franco, citados por Manuel Soto Arbeláez en un trabajo
periodístico de su autoría (El Reportero, edición Nº 3, San Juan de
los Morros, agosto de 2011, p. 16), han aportado la
siguiente información aclaratoria: El Obispo Felipe Neri Sendrea nació el 27 de
agosto de 1844, en el caserío El Teñidero, aledaño a la desaparecida población
El Hornito, en jurisdicción de Los Puertos de Altagracia, actual municipio
Miranda del estado Zulia; era hijo de don Antonio Justo Sandrea Nava y doña
Juana Caraballo Farías, de acuerdo con los libros eclesiásticos de la parroquia
Nuestra Señora de Altagracia en Los Puertos de Altagracia. Esto indica que el
nombre correcto habría sido Felipe Neri Sandrea Caraballo; sin embargo, siempre
fue conocido como Felipe Neri Sendrea, máxime cuando el propio monseñor firmaba
Sendrea, aunque su familia utilizaba y utiliza el Sandrea.
Fue alumno del Colegio Nacional
del Zulia, donde cursó filosofía y letras. Estudió en el Seminario de Mérida
bajo la orientación de monseñor Juan Hilario Bosset, obispo de la diócesis
merideña, quien lo ordenó de presbítero el 17 de noviembre de 1867, a los
veintitrés años de edad. Obtuvo el titulo de doctor en ciencias eclesiásticas
en la Universidad Central de Venezuela, el 30 de septiembre de 1877. Ejerció el sacerdocio en Mérida, Falcón,
Caracas y Guárico. Tenía dotes de excelente orador, con discursos muy
elocuentes que atraían la atención de la multitud por sus palabras maestras,
dichas con dulzura o con sabia energía según las circunstancias, como fue el
caso de la disertación hecha en el templo de un pueblo falconiano en 1881,
cuando criticó severamente la autocracia guzmanista, lo que ocasionó su
traslado intempestivo a la capital de la república, donde dirigió la Escuela
Episcopal.
Monseñor Salustiano Crespo, primer Obispo de
la Diócesis de Calabozo, lo designó para ocupar el sillón de la canongía de
Merced en el coro de la catedral calaboceña, en septiembre de 1882. En esta
misma diócesis ocupó varios cargos: Rector del Colegio Episcopal de San
José; redactor-fundador de la revista El Josefino, medio periodístico del
obispado; Provisor y Vicario General; además, como reconocimiento a sus méritos, fue promovido a la dignidad de
Dean. Fue nombrado unánimemente Vicario Capitular por el Capítulo diocesano, a
mediados de 1888, debido al fallecimiento de monseñor Crespo, de quien había
sido un eficiente colaborador administrativo. El Congreso Nacional aprobó su
postulación para ejercer el obispado calaboceño, por medio de elección
celebrada el 16 de mayo de 1891. Fue designado Obispo de Calabozo mediante Bula
expedida por el Papa León XIII, el 25 de septiembre de 1891, y su consagración
como tal fue celebrada en la Santa Iglesia Metropolitana por el Señor Arzobispo
doctor Críspulo Uzcátegui, el 6 de diciembre de ese mismo año.
El doctor Sendrea fue el segundo Obispo de la
Diócesis de Calabozo, en cuyo cargo duró treintitrés años, desde 1888 hasta
1921. Recorrió durante su apostolado
los pueblos de su jurisdicción eclesiástica, para llevarles personalmente sus
orientaciones evangelizadoras, que estimularan el cultivo de la fe cristiana,
al tiempo que procuraba la conservación de las iglesias, la construcción de
nuevos templos, la fundación de hospitales, casas de beneficencia y otras obras
para la atención social y espiritual. Ejemplos de esta actividad fueron los
recorridos mencionados a continuación de este párrafo.
Visitó pastoralmente a Altagracia de Orituco
en varias ocasiones, desde la primera vez en 1892; siempre fue recibido con el
beneplácito de los feligreses; bendijo la nueva iglesia parroquial Nuestra
Señora de Altagracia, aun inconclusa, el 1º de febrero de 1894, cuando
realizaba su segunda visitación; autorizó a la señora Basilia Pérez de Sierra
para edificar con su propio peculio una capilla dedicada al culto de la Virgen
del Carmen, contigua al muro sur del nuevo templo altagraciano, en 1896;
bendijo la cruz y la primera piedra para la construcción del templo La Sagrada
Familia, en el barrio Pueblo Nuevo del sur-este gracitano, durante su séptima
visita en 1914, aunque esa obra no pudo ser ejecutada. Estuvo igualmente en San José de Guaribe con
fines pastorales en 1895, cuando confirmó el nombre de esa población guariqueña
y al patriarca San José como patrono parroquial; además, bendijo la primera
capilla, el calvario y el cementerio del pueblo guaribense, promovidas por la
Sociedad del Carmen, que presidía doña Francisca Josefa Armas de Rojas Correa,
al decir del cronista Rafael Celestino
Rojas Barrios.
El profesor Blas Loreto Loreto lo definió
como “el báculo de amor y de gran
estimación por Altagracia”, que aupaba el mantenimiento del Hospital San
Antonio de esta misma localidad, fundado el 13 de septiembre de 1903 con la
participación de los doctores Pedro María Arévalo Cedeño y Estanislao Landaeta,
el presbítero doctor Sixto Sosa (párroco de los creyentes altagracianos,
después Obispo de Cumaná), los señores Manuel María Machado y
Tomás Pérez, las señoritas Susana Paz-Castillo y María de las Mercedes
Malaver (convertidas luego en las madres Candelaria y Trina, respectivamente) y
las hermanas Natividad y Marcelina Pérez Medina.
Monseñor
Sendrea fue afectado por quebrantos severos de salud, que, por recomendación
médica y a petición de familiares, motivaron su traslado de Calabozo a
Valencia, donde falleció la noche del 9 de mayo de 1921. Su muerte fue muy
lamentada. Fue enterrado en la Catedral de Calabozo, en medio de una
multitudinaria manifestación de dolor popular.
Es oportuno y justo transcribir una especie
de retrato de monseñor Felipe Neri Sendrea, redactado por Ramón E. Silva y Luis
Felipe Parra, dos sacerdotes ex alumnos suyos ya mencionados, en los términos
siguientes: “…Obispo Sendrea. Benévolo, discreto, tolerante, poseía todas las
relevantes condiciones de los verdaderos representantes de Jesucristo en la
tierra. Jamás llevó el conflicto a su
rebaño en días de turbulencia, ni excitó la mala voluntad de las autoridades,
ni fomentó el odio contra el Estado. A
la intolerancia, a la inquina del incrédulo, oponía siempre la sonrisa llena de
unción del levita, poseído de la alteza de su ministerio, que es de mansedumbre
y no de ira; que es de amor y no de odio; que es de caridad y no de
venganza. La de Jesucristo era su ley:
la sabiduría sintetizada en las hermosas cláusulas de la confraternidad, del
amor y de la benevolencia. Mal para nadie, ni en nombre del derecho de defensa:
para todos bien. Y así se hizo querer y se hizo acatar y se hizo reverenciar.”
Monseñor doctor Felipe Neri
Sendrea fue una personalidad eclesiástica de vida y obra ejemplar, que
dignificó la labor sacerdotal cristiana, según puede deducirse de las fuentes
consultadas. Merece ser estudiado con más detenimiento por la historiografía
guariqueña(1).
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(1) Ponencia leída en el VII Encuentro de
Cronistas e Historiadores de Venezuela en Calabozo, celebrado el 14 y 15 de
septiembre de 2013.
Dr. Felipe Neri Sendrea
(1844-1921)