Carlos A. López Garcés
Cronista de Orituco
La idea de explicar la procedencia
del nombre Altagracia de Orituco ha originado dos versiones tradicionales, que
son repetidas con mucha frecuencia aun en instituciones oficiales. De acuerdo
con la primera, de menor difusión, ese toponímico es debido a la alta gracia que el rey de España
concedió a los indios guaiqueríes orituqueños, cuando les otorgó el terreno de
la población como respuesta a la solicitud sobre ese particular que había hecho
el corregidor y justicia mayor, alférez Martín Pellón y Palacio a mediados de
1714, ante un juez comisionado para tal efecto. Según la segunda, la más
divulgada, los guaiqueríes defendieron con lealtad unos derechos territoriales pertenecientes
a su comunidad, en un pleito judicial que sostuvieron contra el guipuzcoano
José Diego de Aragort Yriarte, quien pretendía apropiarse de tales derechos en
litigio. El rey -continúa la leyenda- agradecido por la lealtad de esos indígenas,
les otorgó la alta gracia de no pagar
impuestos y de aquí proviene el nombre del poblado.
Debe decirse que en la primera
versión es verdad la demanda de un nuevo territorio hecha por Pellón y Palacio en
el año señalado para la reubicación de los indígenas, cuyas tierras, que habían
sido asignadas cuando fundaron el pueblo, estaban invadidas por hacendados
vecinos; además, que en la segunda lo cierto es lo de la contienda judicial entre las partes mencionadas,
sucedida de 1807 a 1812. No obstante, ninguna de las dos tiene relación con el
origen del nombre del pueblo, porque éste lo tenía mucho antes de los sucesos
que ocasionaron las versiones comentadas. Así lo revelan distintos documentos,
de conformidad con los cuales la denominación del poblado es de esencia
católica, pues proviene de la Virgen de Altagracia que, desde el punto de vista
religioso, es la advocación conferida a la Virgen María por recibir el don
excelso, el beneficio divino, la alta
gracia de ser la madre del hijo de Dios.
Es pertinente recordar que la población
comenzó sin nombre propio el 1º de marzo de 1694 y no se ha definido cuando se
lo dieron ni cuando fue creada esta parroquia eclesiástica. Sin embargo,
escrituras correspondientes a partidas de bautismos registradas en el libro
respectivo de San Miguel del Rosario de los años 1697 y 1698, firmadas por el
padre Juan de Barnuevo, que están resguardadas en el Archivo de
la Parroquia Nuestra Señora de Altagracia (Altagracia de Orituco, estado
Guárico), sirven para evidenciar la naturaleza católica del topónimo en
estudio, tal como se demuestra seguidamente:
“[Al margen: Domingo Candelaria]. En 3 de febrero de 97 años, baptise
[sic], puse óleo y crisma y di bendiciones a Domingo Candelaria, hijo legítimo
de Juan Astasio [sic] y de Juana María. Fueron sus padrinos: Juan de Muñoz y
María, su mujer. Todos asistentes en esta población de Altagracia. Y porque
conste lo firmé. [/] Juan de Barnuevo.”
[…]
“[Al margen: Juan Assencio]. En 30 de mayo, año de 97, baptise [sic] y
puse óleo y crism[a] [roto]ciones a Juan Assencio [sic], y hi[jo] legítimo de
Gaspar y Jas[roto] de la población de Nuestra Señora de Altagracia. Fueron sus
padrinos: [roto] y Polonia de dicha población. Y para que conste lo firmé. [/]
Juan de Barnuevo.”
Con
esta información documental puede inferirse que al pueblo de indios
guaiqueríes, como era conocida inicialmente aquella comunidad, le habrían dado
el nombre de Nuestra Señora de Altagracia entre marzo de 1694 y enero de 1697.
Ese toponímico estaba ratificado el 6 de enero de 1698, cuando el padre
Barnuevo bautizó a Maricela [sic], quien era hija de una viuda pagana llamada
Antonia y cuyo padrino fue “…Agustín
Mosqueda, vecino deste [sic] pueblo de Nuestra Señora de Altagracia…” Aquel
cura también le administró el sacramento ese mismo día a Isabel, hija de Francisca
y Tuare, indios adultos, y quien tuvo por padrinos a “…Antonio Caracas [sic] y Phelipa, asistentes en este pueblo de Nuestra
Señora de Altagracia…” Además, en igual fecha procedió a bautizar a “…Juana, hija de Orocope y Caraspane, indios
paganos, y fue[roto]drinos Domingo de Alfaro y Juana, su mujer, asistentes en
es[roto] Nuestra Señora de Altagracia…”
Otra
prueba sobre el origen religioso del topónimo comentado la muestra un
inventario hecho el 22 de junio de 1709, con motivo de la entrega del templo gracitano
por parte del padre Jacinto Vanders al cura Juan Vicente de Ortuño; allí dice
textualmente al inicio: “En este pueblo
de Nuestra Señora de Altagracia, de indios guaiqueríes, jurisdicción de San
Sebastián de los Reyes, en veintidós del mes de junio de mil setecientos y
nueve años…” Una evidencia más está
contenida en la propia solicitud de terrenos para la reubicación de los
indígenas pobladores de Altagracia realizada por Pellón y Palacio en julio de
1714, en la cual puede leerse al principio lo siguiente: “El alférez Martín Pellón y Palacios [sic], corregidor y justicia mayor
de este pueblo de Nuestra Señora de Altagracia, de indios guaiqueríes…” Este
dato contradice por sí mismo la primera versión sobre la procedencia del
topónimo que motiva este escrito. También es
oportuno anotar que el obispo Mariano Martí observó, en marzo de 1783
cuando visitaba pastoralmente a las parroquias orituquenses, que al pueblo lo
llamaban comúnmente “…de Altagracia por ser
éste el título de su patrona…”
Es
conveniente resaltar que el toponímico estudiado es consecuencia de
modificaciones sucedidas con el transcurrir de los años. El caserío empezó sin
nombre propio y era conocido sencillamente como pueblo de indios guaiqueríes
(valga la repetición); luego, al poco tiempo de su comienzo, fue identificado
como pueblo de doctrina de Nuestra Señora de Altagracia; así era todavía en las
últimas décadas del siglo XVIII cuando empezaron a ampliarle la denominación y
pasó a ser pueblo de Nuestra Señora de Altagracia de Orituco, hasta que
llegaron los cambios republicanos de la segunda mitad del siglo XIX cuando
desapareció el Nuestra Señora y fue llamado solamente Altagracia de Orituco
como todavía se le conoce.
El
complemento Orituco deriva del río a cuya orilla está ubicado desde su origen. Esa
palabra proviene del quechua uritu-cu,
que significa guacamayas, loros, cotorras, pericos, periquitos, etcétera; así
en plural, con sentido de abundancia, indicado por la partícula cu, co que es un aumentativo adjetivante, pues
el singular es uritu, voz usada por
los incas para identificar genéricamente a una de esas aves psitácidas.
Altagracia de Orituco, 15 de junio de 2018.
Nota. Para
mayor información pueden ser consultados los libros Altagracia de Orituco: Un topónimo y su gentilicio y Tiempos coloniales de Altagracia de Orituco
(1694-1810), cuyo autor es el mismo de esta síntesis.
Vista panorámica de Altagracia
de Orituco. Foto: Henrique Avril; publicada en El Cojo
Ilustrado Nº 94, Caracas, 15 de septiembre de 1895,
p. 726.