ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA PARTICIPACIÓN DE UN EJÉRCITO DE ORITUCO
EN LA BATALLA DE CHAGUARAMAS DE 1892
Carlos
A. López Garcés
Cronista
de Altagracia de Orituco
“…Era necesario pelear y se peleó […]
toca a los testigos
presenciales de los hechos, hacerlos conocer con
precisión…”
Dr.
Luis Pérez Bustamante
(El
Radical. Caracas, 22-11-1892)
Nota previa
Este
trabajo corresponde a la ponencia presentada en el IV Encuentro de Cronistas, Historiadores e Investigadores en Chaguaramas
2013, celebrado el viernes 18 de de octubre de 2013, en la Escuela San
Lorenzo Mártir, con la coordinación de don Pedro Ramón Castillo García,
Cronista Municipal.
1.- Precedentes
El propósito del doctor Raimundo
Andueza Palacio de continuar como Presidente de la República por un nuevo e
inmediato período, reformando y violando la Constitución de 1891 que preveía la permanencia durante dos años en
ese cargo, a lo cual se aunaba la
represión gubernamental contra sus opositores, mediante el atropello a la
libertad de expresión, el encarcelamiento y destierro de periodistas, el
apresamiento arbitrario de congresistas y de otros adversarios, etcétera,
fueron factores que sobresaturaron la tolerancia política popular y complicaron
tanto el ambiente nacional en el comienzo de la última década del siglo XIX,
que incrementaban la opinión colectiva favorable al crespismo(1), cuyos
partidarios más comprometidos denunciaron públicamente aquella intentona
continuista, solicitaron que se defendiera la constitucionalidad(2) y se
agruparon alrededor del general Joaquín Crespo, quien, según el historiador y
académico Ramón J. Velásquez, consideró, desde su hato El Totumo en las
cercanías de San José de Tiznados, estado Guárico, que la reforma debía entrar
en vigencia en el año 1894, porque hacerlo de manera inmediata para favorecer
la reelección de Andueza Palacio era una decisión que atentaba contra las
instituciones republicanas(3).
Agregó el historiador Velásquez que
Crespo se declaró representante legalista
y, con la finalidad de incitar la revuelta popular, se autotituló “…‘Diputado del Congreso de la República y
soldado de la ley, designado por el favor de sus colegas y el espontáneo
consentimiento de sus compatriotas y jefes militares más connotados de
Venezuela, para dirigir en jefe el Ejército Nacional, en esta lucha del pueblo
contra los usurpadores de su soberanía’...”(4)
2.- Un ejército en Orituco
El
llamado de Crespo repercutió a su favor en Orituco, donde un grupo numeroso de
renombrados ciudadanos se alistó en las filas crespistas; entre ellos
destacaban: Ovidio Pérez Bustamante, Eduardo Heraclio Machado,
general Venancio Antonio Morín, doctor Luis Pérez Bustamante, Tobías Pérez B.,
Carlos Girón, doctor Luis María Sierra P., José Santiago Sierra, Lorenzo
Velásquez Guzmán, Salvador Agustín Sierra P., Francisco Briceño, Leonardo
Vargas, Adolfo Chataing, Manuel Pescador, Juan Pescador, Luis Felipe Pérez
Vargas, Nicanor Velásquez, Antonio María Ramírez, Eustaquio Hernández, Juan
Hernández, Benito Hernández, Jesús María Requena R., Dalio Hernández, Luis
D’Suze, Ramón Hurtado Sánchez, Fernando Piñango, Eliseo Díaz, Emilio Pérez,
Luis Latouche, Reyes Ascanio, Wenceslao Azuaje, Mendoza Moreno, Pedro J.
Ledezma, Francisco Sosa, Eliseo Berroterán, José Gregorio Díaz, Ramón Bravo,
Juan de la R. Velásquez, Manuel Prieto, Pablo Figueredo, Benigno Riobueno, José
Pantoja, Gabriel Infante, Patricio Figueredo, Vicente Pachano y otros, quienes eligieron al general Tomás de Aquino
Carvallo como su principal comandante en el oriente guariqueño(5), lo que
después fue confirmado por el general Joaquín Crespo, máximo conductor de la
Revolución Legalista(6).
No
están claras las razones que influyeron para la designación de Tomás de Aquino
Carvallo como comandante de las tropas orituqueñas del ejército crespista, con
las cuales debía enfrentar a las fuerzas gubernamentales en el oriente del
Guárico, que estaban dirigidas por el
general José Ángel Hernández Ron(7). Sin embargo, debe decirse que algunos
elementos favorables habría tenido Carvallo, además de sus posesiones
agropecuarias consolidadas y su buena reputación social, para que sobre él, un
hombre de 57 años de edad, recayera aquel compromiso fundamental, porque no era
político ni militar ni jamás había vivido del erario público, pero era amigo
personal de Crespo, a quien optó por apoyar como Jefe Supremo de la Revolución
Legalista y decidió convertirse en “su
subalterno más adicto y desinteresado”, según lo hizo saber
públicamente(8).
3.-
Marcha sobre Chaguaramas
Carvallo, de seguidas a su designación como
comandante de aquellas fuerzas,
procedió a organizarle los mandos
e hizo los siguientes nombramientos: jefes de ellas a los generales Adolfo
Chataing y Ovidio Pérez Bustamante; Jefe de Cuerpo a José Antonio Sierra,
Leonardo Vargas, Venancio Antonio Morín, Ramón Hurtado Sánchez, Francisco
Briceño, Fernando Piñango y Juan Pescador; Jefe de la Caballería al coronel
Carlos Girón; Jefe del Estado Mayor al doctor Luis Pérez Bustamante y Sub-jefe
del Estado Mayor al doctor Luis María Sierra. Inmediatamente ordenó la
salida de comisiones a San Casimiro,
Chaguaramas y otros lugares del Llano para convenir lo apropiado con los
partidarios de la rebelión legalista(9).
El cronista gracitano Adolfo Antonio
Machado escribió que Carvallo pudo reunir en Altagracia de Orituco una gran
cantidad de voluntarios que se unieron a la insurrección contra el continuismo
anduecista, con los cuales formó un ejército tan heterogéneo como mal equipado,
mal organizado y peor disciplinado, cuya mayoría de integrantes no era de
procedencia castrense sino hombres dedicados a la ciencia, a las letras, a la
agricultura, al comercio, a la artesanía y otras actividades diferentes a las
milicianas(10).
Apenas seis días fueron suficientes para que
Carvallo organizara completamente el ejército, con el cual salió para Libertad
de Orituco, donde se le incorporaron las fuerzas de Francisco Briceño y
Fernando Piñango, con las cuales formó un cuerpo de 1.300 hombres, plaza de
infantería y caballería, equipado lo mejor posible, aunque sin elementos de
guerra necesarios para emprender una campaña definitiva, según su propia
confesión(11); no obstante estas condiciones deficientes, en aquel ejército
habría predominado el entusiasmo frenético el 15 de abril, cuando se decidió
marchar sobre Chaguaramas contando con el contingente del general José Camejo,
quien había notificado, oficialmente y por escrito, su pronunciamiento a favor
de la Revolución(12).
4.-
Informaciones de los gobiernistas
La movilización del ejército de Carvallo era
conocida por las fuerzas del gobierno anduecista, según puede deducirse de dos
telegramas relacionados con el caso:
Uno, con carácter “urgentísimo”, fechado en
Chaguaramas el 14 de abril de 1892 y dirigido al Jefe Civil por H. Marrero,
para notificarle que acababa de recibir información segura de la movilización
hecha la tarde del día anterior por la facción de Orituco desde Lezama hacia
Libertad, donde se incorporaron Fernando Piñango, Francisco (Pancho) Briceño y
José Cabeza, con rumbo a Chaguaramas y una fuerza compuesta, aproximadamente,
por no menos de mil y pico de hombres de infantería, 400 armas y alguna caballería(13).
El
otro, datado en La Pascua en abril de 1892, quizás el día quince, dirigido por
el general José Ángel Hernández Ron, jefe de operaciones gobiernistas, al señor doctor Raimundo Andueza Palacio, Presidente
de la República, y en el cual le informa acerca de su situación de entonces en
los siguientes términos: que había salido de Tucupido en la mañana de ese día,
con 100 infantes y un piquete de caballería; que en La Pascua había recibido su
telegrama de esa misma fecha, con la instrucción de combinarse con los
generales Pacheco y Rangel para atacar y destruir totalmente a la facción
dirigida por Guerra en Camatagua y San Sebastián; que él, según las
indicaciones recibidas, habría podido concurrir a Altagracia de Orituco con 400
hombres de infantería y 300 de caballería, con la advertencia del muy mal
estado de los caballos; que, como le había participado desde Tucupido, tenía en
frente de Chaguaramas a la facción de Orituco, formada por mil y pico de
hombres dirigidos por Tomás de Aquino Carvallo, de acuerdo con el espionaje
realizado y la fidelidad de los informes presentados, motivo por el cual no
podía dejar atrás a ese enemigo para concurrir a la combinación de Altagracia;
que acababa de recibir un telegrama de los jefes gobiernistas de Chaguaramas, en el cual le decían que esperaban ser
atacados por la facción de Carvallo al día siguiente; que esa misma tarde se
enrumbó hacia Chaguaramas con el refuerzo que llevaba para reconcentrar las
tropas en esta población, desde donde avanzaría con ellas pretendiendo derrotar
a la facción de Carvallo en Libertad de Orituco, a fin de despejar el camino y
ocupar la plaza de Altagracia de Orituco el día miércoles; pero no tenía la seguridad de lograr este
objetivo porque no podía prever el resultado de ese enfrentamiento, por lo que
consideraba la conveniencia de alertar a los generales Pacheco y Rangel para
que actuaran contra la facción de Guerra, aun con aquella inseguridad(14).
5.-
Batalla de Chaguaramas
El
16 de abril en la mañana estaba el ejército comandado por Carvallo enfrente de
Chaguaramas, cuya plaza había sido reforzada con las fuerzas del general
Hernández Ron, compuestas por más de 700 hombres armados de rémington, lo que
no neutralizó en los rebeldes la definitiva decisión de combatir. Aunque parezca
paradójico, aquella superioridad del enemigo incrementaba el entusiasmo general
crespista, tanto que no hubo soldado sin deseos de atacar la población ni con
razones para no hacerlo, por lo que fue ordenada la ejecución del plan de ataque(15), según el
cual José Santiago Sierra comandaba la vanguardia que entró a la población para
atacar al enemigo por la retaguardia, mientras que el general Ovidio Pérez
Bustamante defendía la posición del general Tomás de Aquino Carvallo, quien
dirigía la ejecución de lo planeado, junto con el general Adolfo Chataing y el
doctor Luis Pérez Bustamante, Jefe del Estado Mayor(16).
La
batalla comenzó a las nueve de la mañana y se mantuvo durante dos horas y
media(17). Tanto los jefes y oficiales como los soldados del ejército
orituqueño crespista iban impregnados del valor que les daba la convicción de
defender una causa justa, según palabras del general Carvallo, quien agregó que
las cargas fueron tan repetidas que forzaron a los anduecistas a replegarse
hacia el centro de la población, donde, amparados en las casas y bocacalles, se
defendieron con valor, lo que motivó que el combate fuese muy reñido, que
durara más tiempo del previsto, que a los hombres de Carvallo se les agotara el
poco pertrecho que tenían y que muchos de ellos fallecieran en combate; estas
circunstancias los obligaron a retirarse con seguridad, contando con una
defensiva bien organizada para resistir un nuevo enfrentamiento, en caso de que
así lo intentara el enemigo; sin embargo, esto no sucedió, pues el adversario
no salió de la población, quizás por temor a ser atacado por la caballería del
general José Camejo, quien, en el sitio de La Loma, al sur de la población,
estaba preparado para actuar en caso de ser necesario(18).
6.-
Resultados de la batalla
Es
oportuno reseñar que los oficios eclesiásticos en Chaguaramas correspondientes
a la Semana Santa de 1892, que estaba prevista del 10 al 17 de abril según el
calendario, habrían sido desarrollados muy irregularmente, de manera muy
inquietante, muy preocupante, muy incómoda, en un ambiente hostil, motivado por
la tensa situación política nacional, vinculada con el grito de guerra dado por
Crespo para enfrentar decididamente la pretensión continuista de Andueza
Palacio. La situación debió de ser demasiado grave para los chaguarameros aquel
16 de abril, que era Sábado Santo, cuando los oficios religiosos habrían sido
suspendidos debido al combate que comenzó ese mismo día a las 9 de la mañana,
ocurrido en pleno centro del pueblo, con la plaza como principal sitio de la
contienda, en cuyo lado este estaba la iglesia (aún lo está), y donde, por
razones obvias, era imposible realizar alguna actividad religiosa; pero sí hubo
factores circunstanciales coincidentes y determinantes para que sucediera un hecho bélico en la población citada, cuya
resultancia puede ser evaluada considerando los tres elementos básicos
mencionados a continuación:
6-1.-
Bajas de los bandos enfrentados
6-2.- Causas de la derrota
orituqueña
6-3.- Consecuencias políticas
6-1.-
Bajas de los bandos enfrentados
La batalla de
Chaguaramas ocasionó numerosas pérdidas humanas en las fuerzas crespistas
orituqueñas, entre las cuales fueron contadas las de importantes jefes y las de
varios jóvenes comerciantes, artesanos, agricultores y otros voluntarios; hubo
más de cien víctimas de su valerosidad y de su atrevimiento a batallar sin
armas apropiadas y solo con machetes, lanzas y otros palos(19). Muy sentidas
fueron las muertes de tan arrojados combatientes; entre ellas resaltaron las de
los generales José Santiago Sierra y Antonio María Ramírez, el comandante Pedro
Paredes, los capitanes Justo Sosa y Manuel Sierra Escalante y los soldados voluntarios
Andrés Sierra, Gerónimo Avilés, Romualdo Flores y otros más(20).
El general macaireño José Santiago
Sierra fue un ejemplo de intrepidez; él tuvo la responsabilidad de comandar la
vanguardia para entrar a la población y enfrentar al enemigo por la
retaguardia; en cumplimiento de aquella orden, había logrado arrollar a los
adversarios que encontraba a su paso, obligándolos a retroceder hasta la plaza,
a la cual intentaba tomar yendo por detrás de la iglesia y avanzando por el
callejón de los Manuitt para enfrentar al general José Ángel Hernández Ron,
quien ofrecía intensa resistencia en el perímetro de la plaza y le ocasionó
varias bajas a Sierra; éste se vio impelido a retroceder, pero con el mismo
frenesí, quizás estimulado por algunos tragos de aguardiente ingeridos antes
del combate, pasaba por el frente de la casa del padre Juan Antonio Del Corral,
párroco de la localidad, con la intención de tomar la plaza por otro ángulo,
cuando cayó de la mula al recibir un disparo mortal en la cabeza, hecho por el
enemigo desde la esquina de la cárcel. Con este fenecimiento había comenzado la
derrota, pues se desarticuló la posibilidad de lograr el objetivo de dominar la
plaza(21).
El
comandante Pedro Paredes, armado con un machete, fue víctima de una distracción
suya en un duelo personal con Narciso Camero (Narcisote), quien lo atravesó de
un lanzazo después de hacerle creer que lo atacarían por la espalda, en una
suerte trágica de mayor habilidad(22).
El
general Antonio María Ramírez, junto con los generales Tomás de Aquino Carvallo
y Adolfo Chataing, estaba en las afueras de Chaguaramas observando las tácticas
del combate, cuando supo de las muertes del general José Santiago Sierra y del
comandante Pedro Paredes; trataba de ingresar a la población para cerciorarse
de aquellos hechos, cuando recibió casualmente un balazo en un ojo sin dañarle
el cráneo, que fue disparado a larga distancia, lo derribó de la mula y le
ocasionó la muerte dos días después(23).
Por
otra parte, muchos de aquellos combatientes del ejército crespista orituqueño
resultaron lesionados; entre ellos estaban: el general Lorenzo Velásquez Guzmán
y los capitanes José Salustiano Ramírez, Cándido Orozco Echezuría y Enrique
Machado; además, Andrés Moreno (alias Campo Alegre), Marcos Ochoa y un hermano
suyo, Narciso Flores, José de la Cruz López (alias Cable), Juan Castrillo y
otros más. Los tres primeros citados en
la lista anterior quedaron apresados por el enemigo; mientras que el general Adolfo Chataing logró
sacar al capitán Machado hasta la orilla de la población(24).
Debe
decirse asimismo que: aún cuando no hay noticias confiables y conocidas
públicamente que sirvan para enterarse de las bajas sufridas por el bando
anduecista, es factible suponer la pérdida de 15 hombres como mínimo, entre
muertos y heridos, en cuya posesión habrían estado las “15 bocas de fuego” que los crespistas le habrían quitado al
enemigo, de acuerdo con informaciones
aportadas por el propio general Tomás de Aquino Carvallo(25).
6-2.-
Causas de la derrota orituqueña
La responsabilidad de los resultados adversos para
las fuerzas orituqueñas en la batalla de Chaguaramas recayó sobre su principal
comandante, el general Tomás de Aquino Carvallo, a quien se le atribuyó su
incompetencia militar como causa primaria de aquel fracaso, por varias razones
elementales, entre las que resaltan las cuatro siguientes:
1ª.- Desventajas. Consumadas en el hecho de
haber permitido la participación de sus fuerzas en condiciones desventajosamente
inferiores con respecto a la superioridad de las tropas enemigas, porque apenas
contaba con 84 hombres bien armados y 159 escopetas medianamente útiles,
mientras que el resto de los 1.300 hombres que comandaba no combatieron por la
falta de armamento, a diferencia de los adversarios que contaban con 700
hombres bien armados con rémington, gran cantidad de otros pertrechos,
protegidos por trincheras de acapro y por casas aspilleradas(26).
2ª.- Impuntualidad. Los generales Tomás de
Aquino Carvallo y José Camejo habían acordado ubicarse estratégicamente
enfrente de Chaguaramas el día 16 de abril de 1892, a las cinco de la mañana,
para iniciar la batalla a esa hora; el primero estaría al norte de la población
y el segundo al sur, en el sitio La Loma de Paja Brava, a tres o cuatro cuadras
de distancia; sin embargo, la puntualidad del general Camejo contrastó con el
excesivo retardo del general Carvallo, quien llegó al lugar convenido a las
nueve de la mañana, cuando ya el general Hernández Ron había avanzado hasta
Chaguaramas con un refuerzo de 200 hombres(27).
3ª.- Desinformación. La presencia de
Hernández Ron y sus hombres en Chaguaramas no había sido prevista ni conocida
oportunamente por el general Tomás de Aquino Carvallo ni por la oficialidad del
ejército crespista orituqueño; pero cuando comenzó el combate ya estaban
enterados de aquella novedad(28).
4ª.- Subestimación. El general Tomás de
Aquino Carvallo optó por ordenar la ejecución del plan de combate, inducido por
el gran entusiasmo imperante en sus hombres para combatir, quizás estimulados
por el consumo de algunos tragos de aguardiente, lo cual habría decidido ante
una posible subestimación generalizada del enemigo. Ese entusiasmo predominó
ante el raciocinio y el discernimiento, que ordenaban la discreción con
respecto a una evidente realidad en el seno de sus fuerzas, como lo era la
falta de armamentos, municiones y demás pertrechos indispensables para una
acción bélica de aquella magnitud(29).
6-3.-
Consecuencias políticas
Algunos
autores, entre ellos el gracitano Adolfo Antonio Machado y el sanjuanero Víctor
Manuel Ovalles, consideraron que la batalla de Chaguaramas fue un fracaso para
las fuerzas orituqueñas(30); sin embargo, su principal comandante, general
Tomás de Aquino Carvallo, en una relación suya con respecto a aquel combate y
publicada en El Radical N° 611, de fecha 3 de diciembre de 1892,
refiriéndose a una afirmación del jefe anduecista del oriente del Guárico, comentó que el
general Hernández Ron le mintió a Andueza Palacio al informarle que la facción
de Orituco había sido derrotada en Chaguaramas. Carvallo no acepó esta
afirmación, por lo que, mediante una pregunta, dijo públicamente que no podía
calificarse de derrota a una retirada en orden, sin abandonar a sus heridos en
el campo de batalla, con 15 bocas de fuego quitadas al enemigo y sin ser
perseguidos por las fuerzas gobiernistas(31). No obstante, agregó que tuvieron
que lamentar, por una parte, la muerte de jefes muy importantes, como lo fueron
los intrépidos Santiago Sierra, Pedro Paredes, Justo Sosa y la de Antonio María
Ramírez, quien, posteriormente y en compañía de familiares, falleció como
consecuencia de las graves lesiones recibidas y, por la otra, las heridas
ocasionadas al valiente general Lorenzo Velásquez Guzmán, quien quedó
prisionero junto con algunos soldados heridos también(32). Además, hizo
publicar un telegrama con fecha del 16 de abril, enviado desde La Pascua por Benito Arias al Presidente de la
República y en el cual le notificó lo siguiente: “En estos momentos acaba de llegar el General Juan Z. Gil, de
Chaguaramas, en donde las fuerzas del General en Jefe de Operaciones fueron completamente
derrotadas”(33). Al parecer y
según el telegrama precedente, las tropas derrotadas fueron las del general
José Ángel Hernández Ron.
Aún
cuando las fuerzas crespistas orituqueñas no lograron el objetivo de tomar a
Chaguaramas y a pesar de sus numerosas y lamentables bajas ocurridas en ese
combate, es factible inferir que esa acción bélica fue un triunfo militar para
las tropas gobiernistas, pero tuvo un efecto político favorable para los
partidarios del crespismo insurrecto por varios motivos básicos, entre los
cuales resaltan los mencionados por el doctor
Luis Pérez Bustamante, uno de los jefes orituquenses protagonista de
tales hechos, quien, en una Carta enviada
a don Tomás Michelena a propósito de corregir errores sobre la batalla de
Chaguaramas, publicada en el diario caraqueño El Radical del 22 de noviembre de 1892, afirmo lo siguiente:
“…es una verdad indiscutible que esa acción sirvió para hundir, para siempre, el elemento usurpador en el
Oriente del Guárico; sirvió para que recuperaran
su libertad los presos que allí tenía Hernández Ron, el valeroso General José A. Pacheco, el bueno y
prestigioso General Rufino Rengifo, el intrépido
y sufrido General Regino Vázquez, el modesto General Mongua, el incansable y meritorio General Gil
Fernández, el consecuente General Valentín
Centeno, el audaz y simpático General José Miguel Machuca, y muchos más que no recuerdo ahora,
quienes al tercer día, conmovieron las inmensas
montañas de Valle de la Pascua, Tucupido y Tamanaco hasta cerca de Zaraza, al mágico grito de
‘¡VIVA LA LIBERTAD!’, ‘¡MUERA EL USURPADOR!’,
‘¡VIVA LA REVOLUCIÓN!’.
Sirvió,
pese a muchos, para dar vida a los alzamientos del Guárico Oriental y Occidental, Barlovento,
Distrito Bermúdez y otros. Y sirvió para conocer
a los desleales que aún hoy día se amparan a la sombra de nuestras banderas.” (34)
Por
otra parte, es pertinente añadir que la batalla de Chaguaramas fue provechosa
para obstaculizarle la posibilidad al general José Hernández Ron de actuar
contra la retaguardia del máximo jefe de la Revolución Legalista, de acuerdo
con la opinión del orituqueño don Rodulfo Pérez Vargas, quien, mediante un
escrito hecho público en El Radical N° 585 de fecha 18 de noviembre de
1892, dijo que:
“…los
revolucionarios no necesitaban del tiempo de Chaguaramas, para que aquel hecho dejara de ser
glorioso para ellos, puesto que con el [sic]
opusimos un obstáculo poderoso a Hernández Ron, para que de acuerdo con las órdenes que éste tenía de
Andueza, no pudiese obrar sobre
la retaguardia del General Crespo…”(35)
Tomás de Aquino Carvallo afirmó, en
la misma relación mencionada supra, que después de la batalla de Chaguaramas no
volvieron a encontrar al ejército de Hernández Ron, el cual se internó en el
distrito Bravo, donde fue acosado en varias ocasiones por los generales Rengifo
y Pacheco, quienes luego se integraron con sus tropas al ejército de Carvallo y
se formó un cuerpo de 800 hombres, que se puso a la disposición del general
Wenceslao Casado, por orden del general Crespo, para invadir nuevamente a los
Valles del Tuy(36). Agregó aquel informante
“…que toda la población de
Altagracia de Orituco demostró gran entusiasmo en esta cruzada y que
comerciantes, agricultores y todos los demás gremios, ofrecieron
voluntariamente toda clase de contingente a favor de la Revolución…”(37)
El fracaso militar de los crespitas orituqueños en
aquella batalla de Chaguaramas del 16 de abril de 1892 no les redujo el
espíritu de combatividad, pues decidieron reorganizarse al mando de Adolfo Chataing, Leonardo Vargas y
Francisco Briceño con la formación de dos batallones que fueron incorporados a
los generales Wenceslao Casado y Leoncio Quintana, para marchar hacia Ocumare del Tuy con el objeto
de tomar esta población, lo que lograron exitosamente, a pesar de la valiente
defensa hecha por el general Antonio Orihuela; pero luego fracasaron en
Boquerón frente a fuerzas enemigas. Sin embargo, combatieron en Valencia,
Puerto Cabello y otros lugares para reforzar el triunfo de Joaquín Crespo hasta
entrar victoriosos a Caracas. Regresaron al Orituco cuando finalizaba octubre de
1892 y se reincorporaron a sus actividades de rutina(38). Por su parte, el
general Joaquín Crespo, Jefe Supremo de la Revolución Legalista y ya en ejerció
de la Presidencia de la República, designó al general Venancio Antonio Morín
como Jefe Civil del otrora distrito Monagas del estado Guárico(39) .
Conclusión
De acuerdo con las fuentes consultadas, es factible
decir que las públicas ambiciones de Raimundo Andueza Palacio de continuar
ejerciendo la Presidencia de los Estados Unidos de Venezuela, unidas a la
política de represión contra sus adversarios, incrementó el descontento
popular, al extremo de originar el alzamiento del general Joaquín Crespo, cuya
finalidad de derrotar el continuismo
motivó la formación de un ejército en Orituco, que, comandado por el
general Tomás de Aquino Carvallo, tuvo como primera responsabilidad la de tomar
la plaza de Chaguaramas, cuyo intento, ocurrido el 16 de abril de 1892, fue un fracaso
militar muy lamentable, debido a la pérdida de más de cien hombres en un
enfrentamiento desigual, muy desproporcionado, con las fuerzas dirigidas por el
general José Ángel Hernández Ron, jefe de operaciones gubernamentales del
oriente del estado Guárico, quien había reforzado aquella plaza con suficiente
antelación. Sin embargo y aunque parezca contradictorio, esa derrota de las
tropas orituqueñas crespistas se tradujo en una victoria política,
porque sirvió para
neutralizar operaciones anduecistas contra la insurrección crespista en el
Guárico y sur de Aragua; amén de no amilanar la participación del ejército
orituqueño en la lucha por la restauración de la constitucionalidad de aquellos
días, en cuyo afán acompañaron a las fuerzas del general Crespo hasta su
victoria definitiva.
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