jueves, 24 de septiembre de 2020

APELLIDOS INDÍGENAS EN ORITUCO

Carlos A. López Garcés

Cronista de Orituco

 “Me apasiona la historia de los que no vencieron.”

Dra. Nora Bustamante(1)

             La fundación de la ciudad de San Sebastián de los Reyes en 1585 sirvió significativamente a la monarquía española para dominar el territorio orituqueño, mediante un intenso y persistente proceso colonizador de aculturación forzosa hispanizante en el transcurso de más de dos siglos, con la imposición sistemática de diversos elementos económicos, sociales, políticos, religiosos, idiomáticos, legales y de otras particularidades culturales que le eran propias, entre las cuales resaltaba la evangelización indígena como factor ideológico primordial asociado al hispano-colonialismo, para lo que contaba con la participación indoblegable de la Iglesia Católica, cuya labor de adoctrinamiento cristiano incluía el cambio de identificación autóctona de los aborígenes por nombres tomados del santoral, aun cuando muchas veces conservaban el apellido originario o no lo utilizaban. Se trataba de darle prevalencia por medio de la fuerza o de la persuasión a la cultura española hegemónica sobre la aborigen a contrarrestar.

             La aseveración precedente puede ser ilustrada con muchos ejemplos contenidos en documentos eclesiásticos correspondientes al valle de Orituco, de donde es posible citar algunos casos de naturales catolizados durante las centurias XVII y XVIII, independientemente de su rol dentro de la etnia primitiva. Valga mencionar a Diego Merepoy, Juan Orocoyare  y Sebastián Curicare, quienes eran los respectivos caciques de los indios encomendados a Alonso García Jarillo, Juan García Carrasco y Andrés de San Juan en 1634.

             Cita especial debe hacerse de Felipe Chapaiguana, principal de los guaiqueríes altagracianos, y de su mujer Catalina cuyo apellido es desconocido; ellos  procrearon varios descendientes en el lapso de 1684 a 1701, los que fueron bautizados con los nombres Juana Pascuala, Diego Leandro, un varón (sin identificar por daños de la fuente), Fernando, Vicente, María, Baltasar de los Reyes y Juana Paula. De éstos, Diego Leandro casó con Teresa de Jesús; tenían una prole numerosa en la tercera década del siglo XVIII: Marcos Francisco, Juan Ventura, Faustina Cipriana, Esteban Joseph, Teodora María Esperanza, María Feliciana o Feliciana María, Magdalena María y Rosa; el primero,  Marcos Francisco tuvo un mínimo de tres descendientes en su matrimonio con Juana María: Juan Crisóstomo, María de La Concepción y Joseph Simón, nacidos en 1726, 1727 y 1734, respectivamente; el segundo, Juan Ventura tenía por esposa a Clara María Moreno, con quien procreó un hijo y dos hijas por lo menos: Joseph Graciliano, Juana Albina [sic] e Isabel Antonia Damiana.

             Los apellidos originarios eran numerosos en los pueblos orituqueños en el transcurso de los siglos XVII a XIX. Fueron registrados adaptando la fonética indígena a la grafía española, según la capacidad del escribiente hispánico; esto, al parecer, motivó que ciertos apelativos fuesen modificados varias veces al ser escritos erradamente de distintas maneras y por consiguiente ocasionando un nuevo apellido en cada equívoco, al no coincidir la pronunciación con la escritura; por ejemplo: Camauta, Camaute, Calmaute, Carmauta, Carmaute, Carmaut, Caumate. Algunos se repetían en las diferentes poblaciones, como puede observarse en la lista siguiente:

 

1°.- Altagracia de Orituco:

            Acama, Aguana, Amaricua, Araya, Baruta, Cacetío, Caimaipata, Calmaute, Camaipata, Camaripata, Camaypara, Camaypata, Camauta, Camaute, Canache, Canaguaran, Capayguana, Caracas, Caramipano, Caricota, Caricote, Caricoto, Carima, Carmanate, Carmauta, Carmaute, Carmaut, Carucho, Caumate, Caymapata, Cermaraima, Chapaiguana, Chapayguana, Charama, Charay, Charayma, Chauran, Conopoi, Conopoyma, Corimaco, Coropa, Cuare, Cumache, Cumachi, Cumana, Cumaraima, Cumaraime, Cumaray, Guacache, Guaicamacuto, Guaimacuto, Guaita, Guaracuto, Guaramaco, Guaramacuto, Guaramata, Guarirapa, Guayquirima, Guayta, Huipe, Macaigno, Macuare, Maduracotos, Maipata, Manaure, Maracai, Maracaima, Maracay, Marapacuto, Mararaicuto, Maraure, Mariche, Mauracoto, Meregote, Monocoima, Morocoyma, Nacache, Orocopei, Paraco, Parica, Parucho, Payagua, Quare, Tuquiana, Tuquiano, Turmerino, Yaguaracuto, Yaguarecuto, Yaguarare, Yripita.

 

2°.- Lezama:

            Acama, Acame, Acaona, Amaricua, Amaricuo, Anacache, Araure, Araya, Atagua, Baruto,  Camaracha, Caruche, Carucho, Caruto, Chaque, Chamaraima, Charaima, Charava, Charayme, Coropa, Cuchepe, Cumana, Cumanaime, Cumara, Cumaraima, Cumaraime, Cumaray, Cumarayma, Cumarayme, Guacache, Guachache, Guaita, Guanare, Guanaricota,  Guanaricote, Guaramanare, Guaramare, Garamata, Garamate, Guaramata, Guaramatal, Guaramate, Guarana, Guarapano, Guaricoto, Guaricupa, Guase, Guiaragua, Guire, Macanapa, Manaure, Maruto, Mauracoto, Moncao, Nacache, Parucha, Quereyba, Quero,  Quianaba, Quiaragua, Sabache, Tarugo, Tenepa, Tequireima, Tomusa, Tucupío.

 

3°.- San Rafael de Orituco:

            Camaipata, Carrucho [sic], Coropa, Cumache, Cumaraima, Cumarayma, Guacache, Guacaran, Guaicaran, Guarudo, Guarura, Guaruro, Manaure, Muraguare, Parababil, Tamanaco, Tocuyo.

           

            Varios lograron trascender hasta los siglos XX y XXI: Camaute, Canache, Carucho, Caruto, Coropa, Cuare, Cumache, Guacache, Guacarán, Guaita, Guarapano, Guayquirima (Guaiquirima), Marapacuto, Paraco, Párica, Payagua, etcétera. Sin embargo, otros tantos, junto con otras identidades,  desaparecieron con el transcurrir del tiempo por las razones antedichas. La ocasión es apropiada para citar algunos nombres indígenas de la vecindad vallesanmiguelina ya exterminados, correspondientes en su mayoría a las últimas décadas del siglo XVII y a la primera del XVIII: Campati, Caraspane, Grisogono, Maitabur, Mepete (cacique en 1634 de la encomienda del capitán Esteban Blasco), Notaguecur (cacique en 1616), Orocobanse, Orocope, Paracayse, Perenape, Piragua, Quequipare, Sacariculi, Sesupe, Sevepe, Tuare y Tunagua.  

 

            Despierta mucho la curiosidad la erradicación de apellidos identificadores del cacicazgo, como lo fueron: Curicare, Chapaiguana, Mauracoto, Merepoy y Orocoyare. Es pertinente reseñar que María Dolores Chapaiguan [sic] es la última persona con ese apellido (escrito así, modificado, sin la última a) que fue localizada en registros matrimoniales  altagracianos de la primera mitad del siglo XIX; ella y su esposo José Bravo, eran los padres legítimos de Secundina de Bravo, casada en Altagracia de Orituco el 4 de agosto de 1841 con José Castro Bonillo, hijo legítimo de Miguel Bonillo y Mónica Díaz, procedentes de San Rafael de Orituco. Debe agregarse que el vocablo Chapaiguana no se propagó en el territorio orituquense para apellidar familias en estos últimos 180 años, por lo menos; no obstante, fue adoptado en Altagracia en distintos días de la centuria XX para identificar una calle, una planta de tratamiento de agua, un parque, un edificio, un equipo de béisbol, dos bodegas, una tipografía, un festival de música popular venezolana, una línea de transporte colectivo urbano y como seudónimo de un columnista gracitano. De los otros sólo es sabido que Orocoyare se ha conservado, aunque con variaciones en su grafía, como epónimo del caserío Orocollal ubicado al norte de Altagracia.

 

            No está de más añadir que los cambios de identificación originaria practicados y consolidados durante la Colonia continuaron en tiempos republicanos, lo cual indica la perdurabilidad de un elemento más de aculturación hispanizante, a pesar de la independencia venezolana del dominio político monárquico español desde la tercera década de la centuria XIX. El arraigo de esa “herencia cultural” es muy común observarlo actualmente, por ejemplo, en la actitud etnocéntrica manifestada por ciertas personas ante el nombre y/o el apellido indígena de ciudadanos y ciudadanas que tienen o no ascendencia aborigen directa, con o sin rasgos corporales que la revelen; esto significa, a grosso modo, una especie de alienación colonialista contemporánea, pero de larga data como es obvio, que incluye la subestimación de esa identidad autóctona y por consiguiente de la cultura primitiva venezolana.   

 

Altagracia de Orituco, agosto de 2020.

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REFERENCIA

(1) Médica. Ex Jefa del Archivo Histórico de Miraflores. El Nacional, Caracas, viernes 18 de octubre de 1985, p. D-10.

 

FUENTES

 I.- Documentales

 ARCHIVO ARQUIDIOCESANO DE CARACAS (A.A.C.). Caracas, Distrito Capital.             

           

            .- Matrículas de las parroquias: Altagracia de Orituco, carpeta N° 37, años 1764,           1767, 1769, 1772; San Rafael de Orituco, carpeta N° 37; Lezama, carpeta N° 30,        año 1758.

 

ARCHIVO DE LA PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE ALTAGRACIA (A.P.N.S.A.). Altagracia de Orituco, estado Guárico.

 

            .- Libro de bautismos de San Miguel del Rosario de Orituco y del pueblo Nuestra           Señora de Altagracia. Años 1676 a 1744.

 

            .- Libros de bautismos de Altagracia de Orituco. Años 1745 a 1912.

           

            .- Libros de matrimonios de Altagracia de Orituco. Años 1799 a 1847 

 

ARCHIVO DE LA PARROQUIA SAN FRANCISCO JAVIER DE LEZAMA (A.P S.F.J. L.). Lezama de Orituco, estado Guárico

 

            .- Libros de bautismos. Años 1783 a 1853.

 

ARCHIVO DE LA PARROQUIA SAN RAFAEL ARCÁNGEL (A.P.S.R.A.). San Rafael de Orituco, estado Guárico.

 

            .- Libros de bautismos. Años 1760, 1830 a 1847.

 

REGISTRO INMOBILIARIO DE LOS MUNICIPIO JOSÉ TADEO MONAGAS Y SAN JOSÉ DE GUARIBE (R.I.M.G.E.G.). Altagracia de Orituco, estado Guárico.

 

            .- Actas de elecciones del Cabildo de Indios de Altagracia de Orituco. Bloque N°            1.         Años 1723 a 1795.

 

            .-Escritos referentes a los terrenos del municipio Altagracia de Orituco. Caracas, 26     de octubre de 1852. Copia ordenada por el Tribunal de Santa Rosalía y expedida           por el Registro Principal de la Provincia de Caracas. (Documento suelto, sin         ubicación precisa). 

 

II.- Bibliográficas

 

CHACÍN SOTO, Rafael. “Papeles y voces de ayer” (en LORETO LORETO, Blas. Alborada, pie de luz para medio siglo. Madrid. Ediciones Guadarrama, S.L., 1961).

 

CHACÍN SOTO, Rafael. “Papeles y voces de ayer” (en LORETO LORETO, Blas. Alborada, pie de luz para medio siglo. Caracas. Ediciones de la Alcaldía del municipio José Tadeo Monagas del estado Guárico, 2009).