CRISTO,
BOLÍVAR Y CHÁVEZ
Carlos A. López Garcés
El
liderazgo puede ser entendido
como un don que la naturaleza concede
a determinadas personas, en quienes se desarrolla gracias a que son
inteligentes, sensibles, visionarias, intuitivas, perspicaces, premonitorias, apasionadas,
aplicadas, fervorosas, organizadas, precisas, oportunas, acertadas, impetuosas,
hiperactivas, voluntarias, previsivas, disciplinadas, humildes, sinceras,
perseverantes y otros dotes parecidos, que tienen la fortaleza de la virtud
cuando son dispuestos para el beneficio de la humanidad y sobretodo de los
desamparados.
Líderes o lideresas con tales características se
transforman en seres excepcionalmente extraordinarios y sus cualidades se
agigantan, con dimensiones que traspasan los linderos de la infinitud, cuando
están asociadas al amor puro y franco por los semejantes, a la solidaridad con
los más necesitados y a la lealtad comprometida con el ideario libertador y
justiciero. Este es el caso de Cristo, Bolívar y Chávez cuyos lideratos son
comparables, porque aportaron sus virtudes para el servicio de la milenaria lucha
contra la pobreza padecida por millones de seres humanos, que es la más larga y
trágica conocida históricamente. Estos liderazgos se asemejan en la intensidad
del magnetismo para atraer sentimientos encontrados, contradictorios, de amor y
de odio en el momento que les tocó vivir. Los tres fueron amados por quienes
comprendieron y respaldaron el sentido humanitario de sus propuestas de
justicia social y fueron odiados por quienes vieron peligrar sus factores de
dominación. Las clases dominantes los sometieron a perversas e intensas
campañas de desprestigio.
Cristo fue víctima de la aversión popular, inducida con mucha habilidad
por representantes del imperio romano, quienes optaron por aprobar en acto
público, multitudinario y por decisión mayoritaria de los presentes, que fuese
crucificado a cambio de liberar a Barrabás, cuya propuesta de combatir por la
vía armada contra las injusticias sociales era mucho menos peligrosa para la
estabilidad del gobierno, porque no tenía la popularidad ni la trascendencia política
del discurso cristiano, y quien, sin embargo, había sido expuesto al escarnio
público acusándosele de ladrón.
Bolívar, después de habérsele utilizado su talento militar para dirigir exitosamente
la guerra de independencia contra la dominación colonial española, fue execrado
por antiguos seguidores militares y civiles, quienes, sin el menor signo de
pudor, se aliaron con aquellos que defendían iguales intereses económicos,
sociales y políticos para agruparse en las llamadas oligarquías emergentes, con
el fin de anular el proyecto integrador
bolivariano, aplicable a la imperiosa atención de los pueblos más necesitados. Lograron
su propósito auxiliados con falsedades usadas para promover con destreza el
culto engañoso a una personalidad de carne y hueso, que pretendieron
deshumanizarla, mitificarla y endiosarla eternamente, cuyo pensamiento de
transformación revolucionaria no dudaron en tergiversar y ocultar, obligados
por el contenido de planteamientos razonables e indiscutibles en pro de la
gente más urgida.
Chávez se instaló en el panorama político para rescatar el carácter humanístico
del ideario bolivariano, orientándolo en dos direcciones fundamentales, ajustadas
a las exigencias contemporáneas: primera, la construcción y consolidación de
una patria republicana, democrática, autónoma, libre, independiente, soberana y
socialista, como opción real para establecer un sistema de gobierno perfecto,
generador de la mayor suma de felicidad posible, de la mayor suma de seguridad social
y de la mayor suma de estabilidad política, que motive la formación y
fortalecimiento de una sociedad donde predomine la justicia en todos sus
ámbitos; segunda, la integración de países latinoamericanos y del Caribe, entre
si mismos y con otras naciones del mundo saturadas de necesidades similares, con
la finalidad de contrarrestar la empobrecedora dominación imperial
estadounidense y equilibrar el ejercicio de la libertad e independencia absolutas,
como principios elementales para conseguir la autodeterminación de los pueblos. Estas
orientaciones afectan gravemente intereses del capitalismo nacional e
internacional y explican el odio que la alienación capitalista produce contra
el chavismo y su máximo conductor. No obstante, Chávez ha comenzado a transitar
por la gigantesca e imperecedera magnitud del liderazgo universal de los
justos. No fue por casualidad que el secretario general de la Organización de
Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, dijo el recién pasado miércoles 13-03-2013,
refiriéndose a Chávez en el seno de esa institución internacional, que este ‘Fue uno de esos líderes que marcaron una
diferencia en su país, la región y el mundo’.
Altagracia de Orituco, sábado 16 de abril de 2013.
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