Carlos A. López Garcés
Cronista Municipal
La
parroquia eclesiástica Nuestra Señora de Altagracia en el Valle de Orituco,
estado Guárico, Venezuela, celebra el aniversario de su fundación el día 4 de
junio desde el año 1976, cuando fue festejado el tricentenario de ese
acontecimiento que, desde entonces, algunos consideran también como del origen
del pueblo, de acuerdo con la opinión equivocada del cronista gracitano Adolfo
Antonio Machado (1855-1903), quien aseveró lo siguiente:
“…hemos encontrado
constancia que bajo un techo pajizo, en un edificio que medía treinta varas de
largo por diez de ancho, el I. y R. Fray Francisco A. González de Acuña,
benemérito Obispo de Caracas y Venezuela, en santa pastoral visita por estos
valles [de Orituco], fundó esta Santa Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de
Altagracia, con indios guaiquires, el 4 de junio de 1676, nombrándosele Cura
Párroco al Pbro. Juan de Barnuevo”.
[…]
“Conforme
lo dejamos dicho en nuestras precedentes Noticias Eclesiásticas, Altagracia fue
erigida en Parroquia el 4 de junio de 1676, con indios Guaiquires. Y por lo que
respecta a lo civil, adicionamos en esta vez: con indios Guaiquires de la tribu
del cacique don Diego de Chapaiguana, de la Encomienda del capitán don Juan de
Laya, del Valle de Camatagua, encomendero también de la nación Tumusa [sic] y
de los Arenas”.
Machado
no dijo donde obtuvo estas noticias ni explicó los razonamientos que le
motivaron tales conclusiones. A pesar de esto, las evidencias revelan que una
de las fuentes fue la nota de apertura del Libro
de bautismos de San Miguel del Rosario de Orituco escrita por el padre Juan
de Barnuevo, la cual dice textualmente:
“[Libro
de bapti]smos, velaciones y casamientos [de feligreses] pertenecientes a este
Valle de San Miguel del Rosario de [Orituco] y soto [sic] de La Cruz del
Maestre de Campo Pedro de Mesones, fecho desde [4] de junio deste año de 1676,
que se fundó esta santa iglesia por el Ilustrísimo y Reverendísimo Señor
Maestro Don Fray Antonio González de Acuña, Obispo Benemeritísimo de Venezuela
y Caracas, cometida a mi Juan de Barnuevo, cura capellán en ésta y son los que
se han baptizado y velado los siguientes. Juan de Barnuevo”.
Otra fuente habría
sido la transcripción de los Escritos
referentes a los terrenos del municipio Altagracia de Orituco (folios 1 a
12 vuelto), que fue expedida por el Registro Principal de la Provincia de
Caracas el 26 de octubre de 1852, por orden del Tribunal de Santa Rosalía. Al
cotejar aquella nota barnueviana y esta copia documental con la afirmación de
Machado es factible hacer las siguientes observaciones:
1ª.-
El templo
El edificio de techo de
paja, de treinta varas de largo por diez de ancho y en el que, al decir de
Machado, fue fundada la santa iglesia parroquial altagraciana el 4 de junio de
1676, correspondía en realidad a un templo que tenía poco tiempo de construido a
mediados de 1726, de conformidad con el inventario hecho el 15 de julio de ese
año, cuando el licenciado Juan Vicente de Ortuño le entregó al padre Nicolás de
Ávila los bienes eclesiásticos gracitanos, de los cuales fue incluida
primeramente “la iglesia nueva y de buen
maderaje; cubierta de un lado de palma y por el otro de cogollo; de treinta y
una varas de largo y diez de ancho”.
Llama la atención que el
cronista orituqueño no habló del templo altagraciano de la primera década del
siglo XVIII, cuando el pueblo estaba ubicado en la margen derecha del río
Orituco; en esos días era una “Iglesia
cobijada de cogollo, de bahareque de barro, de doce varas de largo y siete de
ancho”, según el inventario efectuado el 22 de junio de 1709 con motivo de
la transferencia del patrimonio eclesiástico de Altagracia, que hizo el padre
Jacinto Vanders al presbítero Juan Vicente de Ortuño.
Machado dio a entender que
la iglesia de Altagracia era la misma de San Miguel. Él aseguró que en el año
1777 fue sustituido “el sencillo edificio
de techo pajizo en que se fundó esta Santa Iglesia [Parroquial de Nuestra
Señora de Altagracia]” y que “a
principios de 1882” fue convenida la construcción de “una nueva Iglesia, en el mismo lugar donde en el transcurso de dos
siglos se habían erigido ya dos santuarios”. Estas afirmaciones estimulan
la curiosidad al inducir la sospecha de una contradicción del cronista consigo
mismo, pues él sabía de la existencia de las dos parroquias; así lo demostró en
su libro Apuntaciones para la historia,
pero trató el caso como si ambas hubiesen sido una sola, sin individualizar el
proceso de formación de cada una de ellas, independientemente de la unión de la
sanmiguelina a la altagraciana ocurrida en 1716. No es un exceso añadir que la
jurisdicción eclesiástica del valle sanmiguelino incluía posesiones del Maestre
de Campo don Pedro de Mesones, como lo dice la nota barnueviana; a él
pertenecían las tierras donde se formó posteriormente San Rafael de Orituco;
además, era propietario de un esclavo adulto de nombre Domingo, quien fue el
primer bautizado por el padre Barnuevo en San Miguel, hecho registrado el 29 de
septiembre de 1677. Esto denota que la
feligresía de San Miguel quedó dividida realmente en tres parroquias en la
última década del siglo XVII: la del propio San Miguel del Rosario, la de San
Rafael y la de Nuestra Señora de Altagracia.
El cura Barnuevo no mencionó
la “Santa Iglesia Parroquial de Nuestra
Señora de Altagracia“ en su nota de apertura, sino que se refirió a la de
San Miguel. No podía hacerlo porque en 1676 no había sido fundado el pueblo
altagraciano. Los aborígenes con los cuales fue constituida esta población
estaban sometidos al régimen de encomiendas de servicio personal gratuito al
encomendero, cuyo cambio por el de trabajo remunerado en 1687 fue determinante
para la fundación del pueblo años después, como resultado del juicio que el
encomendero Joseph Salvador de Medina comenzó en febrero de 1692 contra los
indígenas que había tenido encomendados en su hacienda de San Miguel desde que
los heredó por la muerte de Juan de Laya Mujica, su anterior encomendero, y con
los cuales se formó una comunidad de guaiqueríes a partir del 1º de marzo de
1694, a la que le dieron luego categoría eclesiástica mediante la creación del
pueblo de doctrina de Nuestra Señora de Altagracia por decisión del Obispo de
Venezuela Diego de Baños y Sotomayor, con la autorización del Gobernador y
Capitán General de la Provincia de Venezuela, don Francisco de Berroterán, y en
atención a la Cédula Real del 12 de diciembre de 1691, de acuerdo con la que
los indios liberados de la encomienda de servicio personal gratuito en 1687
debían ser congregados en pueblos con su respectiva asignación de territorio en
lugares donde hubiese agua y espacios para viviendas, plaza, iglesia, casa de
comunidad, agricultura, ganadería, solares y de reserva para el crecimiento.
2ª.-
La visita obispal
El Ilustrísimo y Reverendísimo don fray
Antonio González de Acuña, nombre correcto del
Obispo de Venezuela, estuvo de visita pastoral en San Sebastián de los
Reyes en los últimos días de febrero de 1676, cuando el presbítero Barnuevo
ejercía el sacerdocio en esa ciudad, que estaba en proceso de mudanza de Cagua
hacia su sitio definitivo a orillas del Caramacate. El prelado no llegó hasta
el Valle de Orituco, pues de San Sebastián viajó a los Valles de Aragua en
labores religiosas y dejó encargado de la visitación al padre Agustín de Palma,
Provisor y Vicario General del Obispado, cuya asistencia al Orituco no ha sido
posible confirmar. Ese mismo Obispo, mediante carta fechada en Turmero el 22 de
abril de ese año de la visita, notificó al Rey acerca de la construcción de
iglesias en varias poblaciones, entre las cuales estaba San Sebastián de los
Reyes a cuya territorialidad pertenecía San Miguel del Rosario. ¿Uno de
aquellos templos era el sanmiguelino?
Es pertinente resaltar que
monseñor Martí fue el primer Obispo en visitar personalmente al Orituco, como
permite deducirlo esta anotación suya: “Hay
visita del año de 1715 de este pueblo de Altagracia, pero ejecutada en la
ciudad de San Sebastián por el comisionado del ilustrísimo señor Escalona,
otra, también de este pueblo, el año de 1747 por un comisionado del señor
Abadiano, y otras [sic] también en este pueblo, el año de 1767, por un comisionado
del señor Madroñero. Acá no ha estado Obispo alguno”. Tal vez Machado no
ignoraba esta información martiana, pues él consultó el “Libro de visita general de la Diócesis” donde el prelado anotó las
noticias obtenidas sobre la parroquia visitada; no obstante, el cronista
consideraba erróneamente que la de Martí era la segunda visita obispal hecha al
Orituco.
3ª.-
Una fecha discutible
El 4 de junio de 1676 no
indica fecha de creación de la parroquia San Miguel ni de la Nuestra Señora de
Altagracia; tampoco corresponde a la de fundación del pueblo sanmiguelino ni
del altagraciano. Es simplemente la data de iniciación de los libros de
bautismos, velaciones y casamientos para los feligreses del Valle de San Miguel
del Rosario de Orituco, como lo expresa taxativamente la nota barnueviana
sobredicha, lo que constituía un acto protocolar eclesiástico ejecutado por el
presbítero Barnuevo en cumplimiento de una responsabilidad sacerdotal, que
coincidió con el año de la fundación de un templo nuevo; era el mismo deber que
tenían otros sacerdotes con sus feligresías en casos similares.
La creación de una parroquia
requería un dictamen oficial previo sobre ese particular, emitido por la
superioridad eclesiástica con jurisdicción en Venezuela y autorizado por el
Gobernador de la provincia venezolana; era un acto legítimo más complejo, que
comprendía la definición de varios elementos: el territorio parroquial; el
patrono o la patrona; el párroco; los
feligreses; el templo; el mantenimiento de la iglesia, del culto divino y del
cura; el prorrateo entre los fieles destinado a esos mantenimientos; los
registros parroquiales; etcétera. La nota del cura Barnuevo no tenía esa
significación fundacional para San Miguel ni mucho menos para Altagracia de
Orituco, porque este pueblo no existía debido a que los guaiqueríes, que eran
sus futuros habitantes primitivos, aún estaban encomendados por Juan de Laya
Mujica quizás desde 1672 y vivían en su hacienda, pues no estaban congregados
en poblaciones de encomiendas; aquella nota está referida expresamente al uso
del libro para feligreses del valle sanmiguelino hasta el sitio de La Cruz, a
la fecha de su apertura, al sacerdote que lo comenzó, al año de la creación del
templo, al fundador de “esta santa
iglesia” y al cura capellán encargado de ella.
4ª.-
El cacique
Se ignora quién era el
cacique de los guaiqueríes en junio de 1676 cuando fue iniciado el libro
eclesiástico sanmiguelino. No era don Diego de Chapaiguana porque él no había
nacido aún. El nacimiento de este indígena habría ocurrido a casi diez años después
de aquella apertura, acaso en la primera quincena de abril de 1686, pues fue
bautizado el 13 de agosto de ese año cuando su edad era de cuatro meses,
aproximadamente, conforme lo revela la partida de bautismo respectiva que dice
así:
“Diego
Leandro. En trece días del mes de agosto de 1686 año [sic]. Yo, el padre Juan
de [Barnuevo], cura capellán de estos valles de Orituco, bauticé y pu[se óleo
y] crisma y di bendiciones a Diego Leandro, hijo legítimo [del prin]cipal don
Felipe y de doña Catalina, indios que eran de la [encomien]da del capitán Juan
de Laya. Al parecer es de edad dicho [Diego Lean]dro de cuatro meses poco más o
menos. Y por estar la [roto/] por nacer agogado [sic] y por la duda lo bauticé
subcondiciones. [Por] estar achacoso no se pudo echar las bendiciones hasta el
tiempo re[que]rido. Fueron padrinos: Mateo de Laya y Gámiz y agregada
arr[roto]. Todos asistentes de este dicho valle. Y porque conste lo certifico y
firmo. Juan de Barnuevo”.
Debe
saberse también que don Diego Leandro de Chapaiguana ejercía el cacicazgo de
los aborígenes gracitanos en 1714, cuando era un joven de 28 años de edad. Don
Felipe, el progenitor de don Diego, era el cacique de los guaiqueríes al
comenzar la comunidad altagraciana en 1694 y todavía lo era en marzo de 1701;
ya tenía esa dignidad en 1692 cuando su último encomendero, capitán Joseph
Salvador de Medina, litigaba para ubicar esos indígenas fuera de su hacienda de
cacao y proponía otros lugares, entre los cuales estaba el sitio donde los
asentaron finalmente el 1° de marzo de 1694; con ellos conformaron luego el
pueblo de doctrina Nuestra Señora de Altagracia, que puede diferenciarse
históricamente de San Miguel del Rosario aun en su evolución eclesiástica, pues
eran dos poblaciones surgidas en años y sitios distintos pero cercanas, cada
una con su sacerdote y divinidad patronal correspondiente: San Miguel Arcángel
y Nuestra Señora de Altagracia, respectivamente. Así existían en la primera
mitad del siglo XVIII, aunque, desde el
10 de junio de 1716 y por mandato del Obispo Francisco del Rincón con la
providencia del Gobernador don Alberto de Bertodano, la feligresía altagraciana
y la sanmigueleña eran atendidas por un sacerdote solamente, quien, a partir de
ese momento, se titulaba cura doctrinero de Altagracia y capellán de San Miguel
como también lo hicieron sus sucesores.
Tiene sentido recordar que
el pueblo y la iglesia de San Miguel se habían arruinado durante un tiempo
impreciso de la segunda mitad del siglo XVIII, por lo que la feligresía
sanmiguelina estaba incorporada indistintamente a la población de Altagracia,
según lo aseguró el Obispo Martí en 1783. Esto no denota que Altagracia es la
continuación, reconstrucción o transformación de San Miguel; mientras este
pueblo ya involucionaba en la centuria anterior hasta desparecer, Altagracia
evolucionaba hacia su crecimiento y consolidación.
5ª.-
Evidencias importantes
Los documentos consultados
no contienen datos específicos, precisos, fidedignos con respecto a la
fundación de la parroquia sanmiguelina ni de la altagraciana. Sin embargo, en
lo concerniente al pueblo Nuestra Señora de Altagracia, es interesante recalcar
que el padre Barnuevo no lo nombró en la nota relativa al inicio del libro de
bautismos de San Miguel del Rosario en junio de 1676 ni en el transcurso de más
de diecinueve años continuos, contados a partir del 29 de septiembre de 1677
cuando realizó el primer bautizo hasta diciembre de 1696, pero lo hizo al año
siguiente. Los aportes barnuevianos más antiguos sobre este caso particular
datan del primer semestre de 1697, de acuerdo con los asientos bautismales
citados de seguidas:
“Domingo
Candelaria. En 3 de febrero de 97 años, bauticé, puse óleo y crisma y di
bendiciones a Domingo Candelaria, hijo legítimo de Juan Astasio [sic] y de
Juana María. Fueron sus padrinos: Juan de Muñoz y María, su mujer. Todos
asistentes en esta población de Altagracia. Y porque conste, lo firmé. [/] Juan
de Barnuevo”.
[…]
“Juan
Assensio. En 30 de mayo, año de 97, baptise [sic] y puse óleo y crisma [y di
bendi]ciones a Juan Assencio [sic], hi[jo] legítimo de Gaspar y Jas[ilegible]
de la población de Nuestra Señora de Altagracia. Fueron sus padrinos: [roto] y
Polonia, de dicha población. Y para que conste, lo firmé. [/] Juan de Barnuevo”.
Conviene agregar que está en
duda que el cura Barnuevo se haya referido a la población gracitana en una
partida bautismal del 5 de enero de aquel año, porque una rotura del documento
impide conocer el nombre del pueblo que allí fue mencionado, como puede leerse
seguidamente:
“Getrudis
[sic]. En 5 de enero, año de 1697, baptisé [sic], puse óleo [y crisma y di]
bendiciones a Getrudes [sic], hija legítima de Juan de la Mota y [roto]. Fue su
padrino Mateo de Laya. Todos asistentes en esta población de [roto] conste lo
firme. [/] Juan de Barnuevo”.
6ª.-
Erección del curato
De conformidad con las
informaciones precedentes es factible inferir que la parroquia Nuestra Señora
de Altagracia habría sido creada hacia el segundo semestre de 1696, lo cual
contribuye a responder sin dubitaciones una inquietud acerca de este hecho fundacional,
expresada públicamente por monseñor Rafael Chacín Soto en el periódico Alborada Nᵒ 16, que circuló en Altagracia de Orituco el 15 de
octubre de 1950, dirigido por el profesor calaboceño Blas Loreto Loreto. El
padre Chacín dijo allí:
“…es
cosa averiguada que la parroquia de Altagracia fue erigida canónicamente por el
Illmo. Sr. Obispo Don Diego de Baños y Soto Mayor, en tiempos del Gobernador y
Capitán General Maestre de Campo D. Francisco de Berroterán. Ahora bien, de una
parte sabemos que el Sr. Baños y Soto Mayor tomó posesión del Obispado en 1684
y murió en mayo de 1706, y de otra, que el Gobernador Berroterán o Berrotarán
ejerció su mandato en dos períodos: el primero desde diciembre de 1693 a 1699,
y el segundo, de 21 de noviembre de 1705 a mayo de 1706. ¿En cuál de estas dos
oportunidades se efectuó la erección?...”
Aun cuando esta inquietud está todavía
vigente en Orituco, es posible concluir repitiendo que la fundación de la
parroquia Nuestra Señora de Altagracia fue efectuada por el Obispo Diego de
Baños y Sotomayor, quizás en 1696, en un día indefinido aún y durante el primer
período gubernamental de don Francisco de Berroterán; así lo reflejan las
pruebas antedichas. No está de más añadir que el pueblo Nuestra Señora de
Altagracia o simplemente Altagracia fue nombrado con más frecuencia por el
padre Barnuevo en varios registros bautismales de 1697 a 1703, como no lo hizo
en el transcurso de los casi veinte años anteriores, lo cual (valga la
repetición) es un indicio de la inexistencia del pueblo altagraciano en aquel
lapso.
Es importante destacar con
carácter aclaratorio, ante probables dudas y confusiones, que el padre Barnuevo
registraba los bautizos de los indígenas gracitanos junto con los de los negros
y mulatos sanmiguelinos; él no hizo libros específicos para el pueblo de
doctrina Nuestra Señora de Altagracia del cual fue su primer sacerdote. Tal vez
esto explique porqué el Obispo Martí advirtió, durante su visita pastoral en
marzo de 1783, que no había primeros libros parroquiales altagracianos e
informó que la partida de bautismo registrada en el libro más antiguo era del
1º de mayo de 1704, la cual estaba firmada por el padre “Jacinto Bandres”, cuyo apellido verdadero era Vanders, según lo
patentiza su firma estampada en actas bautismales; estas noticias ayudan a
deducir que él habría sido el iniciador de los registros del curato
altagraciano.
Falta aclarar cuándo terminaron los servicios del cura Barnuevo a la feligresía altagraciana. Al parecer, el presbítero Vanders ya lo había sustituido interinamente en febrero de 1703 y siguió relevándolo hasta el 22 de junio de 1709, día en que el padre Juan Vicente de Ortuño se encargó de dicha parroquia para la cual había sido designado porque era “sede vacante”. Es sabido que Barnuevo sólo quedó a cargo de la sanmiguelina hasta mediados de 1716; fue reemplazado definitivamente debido a su decrepitud y desasistencia eclesiástica; desde entonces, el padre Ortuño tenía el deber de atenderle a las dos feligresías.
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